domingo, 14 de enero de 2018

Es imposible entender lo que sucede en la política global si no se presta atención a las maniobras en que están implicados Rusia, China, Japón y Estados Unidos en torno a la cuestión del petróleo.

Si Oriente Medio no tuviera las mayores reservas energéticas del mundo, a los políticos les importaría tanto esa región como les importa la Antártida. Desde comienzos del siglo XX, cuando la economía mundial recurrió en gran medida al petróleo, se sabe que las reservas energéticas de mayor tamaño y de más fácil acceso se encuentran en Oriente Medio.A comienzos de la década de 1930, las empresas estadounidenses lograron introducirse en Arabia Saudí. Washington reconoció de inmediato que ése era un beneficio inmenso, que quiso conservar exclusivamente para sí. Estados Unidos no utilizaba apenas el petróleo de Oriente Medio, y en realidad sigue sin tener una especial dependencia de esta fuente. Quería controlar la región porque es una de las palancas con las que se domina el mundo, sus principales clientes han sido sus rivales industrializados. Washington siempre ha tenido la preocupación de que Europa pudiera convertirse en lo que se llama una tercera fuerza, y de que emprendiese una dirección independiente. Podía ser así, ya que se trata de una región a grandes rasgos comparable a Estados Unidos en lo tocante a la economía y la población, pero que en muchos aspectos está más avanzada. Por eso, una de las formas de mantener la dependencia de Europa consistía en asegurarse de que dependía del petróleo, y en que Estados Unidos lo controlase. En realidad, escribe Noam
Noam Chomsky.
Chomsky, buena parte de la ayuda del plan Marshall en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial se dedicó a desplazar el consumo europeo desde las abundantes provisiones de carbón de que disponía hacia provisiones de petróleo controladas por Estados Unidos. Lo mismo se hizo en Japón. A decir verdad, los responsables de la política norteamericana reconocieron hace mucho tiempo que este estado de hechos otorgaría a Estados Unidos el poder de veto, como dijo George Kennan, sobre lo que pudieran hacer los demás. Es algo que recientemente ha vuelto a manifestar Zbigniew Brzezinski. No se mostró muy entusiasta con la invasión de Irak, pero dijo que el control de Irak daría a Estados Unidos “una influencia crítica” sobre las demás sociedades industriales, porque si se controla el petróleo que necesitan para su supervivencia, dependen de las decisiones que uno tome en cualquier otra materia; se trata lisa y llanamente del control geopolítico.

Tanto Noam Chomsky como Gilbert Achcar opinan que Estados Unidos desea controlar las grandes reservas energéticas del mundo, las de Oriente Medio, por motivos de control global. Hay que tener en cuenta la enorme importancia estratégica que tiene el control del petróleo, que da a Estados Unidos una ventaja decisiva sobre sus socios y sus rivales potenciales. Japón es un socio cuya lealtad a Estados Unidos garantiza, entre otros factores, el control estadounidense sobre sus fuentes de petróleo en Oriente Medio. En cambio, China, que es una amenaza potencial para la hegemonía global de Estados Unidos, queda frenada por ese mismo mecanismo de control. Es imposible entender lo que sucede en la política global si no se presta atención a las maniobras en que están implicados Rusia, China, Japón y Estados Unidos en torno a la cuestión del petróleo.


Dice Noam Chomsky que retirarse de Irak sin dejar allí un Estado cliente sería una catástrofe monumental. Estados Unidos perdería la posición mundial que ocupa. Un Irak independiente, sea democrático o no, contará con una mayoría chií, que será influyente y muy probablemente dominante. Ya tiene sus vínculos con Irán. Allí nació el ayatolá Ali al-Sistani, el principal clérigo de los chiíes; la Brigada Badr, la milicia que en realidad ha gobernado en la zona sur de Irak, se adiestraba allí. Y empiezan a ampliar esas relaciones. Los chiíes de Irak e Irán ya mantienen relaciones amistosas. Al otro lado de la frontera, en Arabia Saudí, hay una importante población chií, que ha estado duramente oprimida por la monarquía. Reside en la zona en la que se concentra la mayor parte del petróleo saudí. Un Irak independiente y dominado por los chiíes estimulará sin ninguna duda los esfuerzos por lograr la autonomía en las restantes regiones chiíes de Arabia Saudí, en alianza con Irán. Todo eso podría terminar por significar que las mayores reservas petrolíferas del mundo se encuentren fuera del control de Estados Unidos, y tal vez, lo cual sería aún peor, ligadas a una Red de Seguridad Energética de Asia, con China a la cabeza de la misma. Imposible imaginar una pesadilla peor en Washington.

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