viernes, 19 de enero de 2018

En los siglos XVI y XVII el vulgo en España no tomó parte alguna en el movimiento luterano.

Escribía Marcelino Menéndez Pelayo en su libro Historia de los heterodoxos españoles que en los siglos XVI y XVII el vulgo creía con toda firmeza, y no tomó parte alguna en el movimiento luterano, y acudía con suma devoción y fervor a los autos de fe, donde los encorozados y ensambenitados eran capellanes del emperador, canónigos de iglesias metropolitanas y caballeros y damas de la primera nobleza, porque la intentona luterana en España tuvo un carácter muy aristocrático. El vulgo veía los vicios y mala vida de algunos eclesiásticos, leía las diatribas contra ellos en los libros de devoción y en los de solaz y deporte más o menos apacible y honesto, los censuraba a su vez en cuentos, apodos y refranes, de que es riquísima el habla castellana, pero de ahí no pasaba.

La Inquisición en Granada en el siglo XVI.


Sin reparo dejó correr la Inquisición, ya muy mediado el siglo, en 1542 la Tragicomedia de Lisandro y Roselia (de Sancho Muñón, rector de la Universidad de Salamanca), donde se lee la siguiente descripción del infierno: «Allí serán atormentados muy cruelmente los papas que dieron largas indulgencias y dispensaciones sin causa y proveyeron las dignidades de la Iglesia a personas que no las merecían, permitiendo mil pensiones y simonías. Allí los obispos y arcedianos que proveen mal los beneficios, teniendo respecto a sus parientes y criados, y no a los hábiles y sufficientes. Allí los eclesiásticos profanos y amancebados…» (escena 4.ª del cuarto acto). Nuestros
La Inquisición.
escritores “ni aun por asomo tendían a la reforma del dogma”, y que cuanto más ásperos se muestran en la censura de las costumbres, tanto más adictos aparecen a la Sede Apostólica. La reforma había comenzado en España mucho antes del concilio de Trento, y antes que Paulo IV, San Pío V, Sixto V y otros pontífices de venerada memoria la extendiesen a la Iglesia universal. El principal fautor de esta reforma, por lo que hace a los regulares, fue el franciscano Ximénez de Cisneros.

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