jueves, 4 de mayo de 2017

Creía que era el último judío vivo.

Dos niños judios en el campo de Drohobycz
Alicia Adams, superviviente de Drohobycz, en Polonia, expresa los sucesos que presenció en términos descarnados: “No sólo mis padres, mis tíos y tías y mi hermano, sino también todos mis amigos de la infancia y toda la gente que conocí en mi niñez, la totalidad de la población de Drohobycz, cerca de 30.000 personas, fue aniquilada, y todos fueron fusilados. Así que vi morir a todo el mundo, no sólo a mi familia más cercana. Veía morir a alguien todos los días, eso formó parte de mi infancia”. 

Vasili Grossman
Para aquellos judíos que escaparon o sobrevivieron, regresar a los barrios vacíos y abandonados del este de Europa fue una experiencia única y deprimente, opina Keith Lowe. El célebre escritor soviético Vasili Grossman se crió en Ucrania, pero vivía en Moscú en el momento de la invasión alemana. Cuando regresó como reportero de guerra a finales de 1943, encontró que habían exterminado a todos sus amigos y su familia. Fue uno de los primeros en escribir acerca de lo que pronto se conocería como el Holocausto: “No hay judíos en Ucrania. En ningún sitio, Poltava, Jarkov, Kremenchug, Borispol, Yagotin, en ninguna de las ciudades, de cientos de pueblos, o de miles de aldeas veréis los ojos negros y llenos de lágrimas de niñas pequeñas; no oiréis la voz afligida de una anciana; no veréis la cara triste de un bebé hambriento. Todo es silencio. Todo está en calma. Todo un pueblo ha sido cruelmente asesinado”.
Celina Lieberman, de once años, trató de mantener viva su identidad judía a pesar de que una pareja cristiana de Ucrania la acogiera a toda prisa en 1942. Todas las noches pedía perdón a Dios por acompañar a sus nuevos padres a la iglesia, porque creía solemnemente que ella era el último judío vivo.



Todo está en calma. Todo un pueblo ha sido cruelmente asesinado

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