El movimiento humanista que constituyó el núcleo intelectual del Renacimiento parece hoy ir presentando un aspecto cada vez más acentuadamente medieval. Eso nos deja únicamente con la referencia de la Reforma protestante, que también se desarrolla fundamentalmente entre las décadas de 1520 y 1530 (a la que vendrá a sumarse, en el transcurso del siglo, la Contrarreforma católica). Esta Reforma supuso un vuelco religioso y cultural que partió por la mitad el oeste y el centro de Europa, creando dos bloques frecuentemente antagónicos y caracterizados por el desarrollo de unas prácticas políticas y culturales que no solo emprendieron un camino de constante divergencia, sino que todavía persisten. Desde luego, ese vuelco fue un importante punto de ruptura, y relativamente repentino, además, pese a que apenas se reflejara en la cristiandad ortodoxa de la Europa oriental. No obstante, si optamos por ver en la Reforma el indicador del fin de la Europa medieval, estaremos situando el inicio de la Edad Media en una crisis política y económica enmarcada en un contexto de continuidad cultural y religiosa, y poniéndole al mismo tiempo punto final en una crisis cultural y religiosa sobrevenida en un entorno en el que la política y la economía seguían discurriendo básicamente por los mismos derroteros, escribe Chris Wickham, profesor de Historia medieval en la University of Oxford.
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