lunes, 11 de agosto de 2025

Hay algo que no se va a acabar, la necesidad de aprender

A nadie le disgusta que la ciencia logre que vivamos con salud hasta el final de nuestros días, un escenario altamente más probable y próximo en el tiempo que el de vivir mil años. Pongamos que, en efecto, la medicina avanza hasta convertirse en una ciencia preventiva que en vez de curar logre anticipar las patologías que corremos el riesgo de sufrir para ponerles remedio antes de que sucedan. Viviríamos sanos mucho más tiempo. En el mejor de los casos, todo el tiempo. ¿Qué sentido tendría entonces la jubilación? Esta no deja de ser un invento del siglo XIX pensado por el canciller Otto von Bismarck para premiar con una pensión pública a los escasos supervivientes que vivían más de 65 años, en una época en la que el tope de la esperanza de vida estaba precisamente en ese umbral. Las pensiones públicas, más que vincularlas a la edad o al desempleo, irá teniendo más sentido dedicarlas poco a poco a la formación continua. Van a desaparecer millones de puestos de trabajo e infinidad de tareas que todavía, y no sabemos por cuánto tiempo, aún realizan los humanos. Pero como surgirán otras nuevas, aquellas en las que seamos mejores que las máquinas, hará falta dedicar muchos recursos a prepararse para ellas.
En un mundo del fin de las cosas y donde todo muta y se actualiza constantemente, donde estamos de forma inevitable destinados a convertirnos en novatos constantes, estudiar ya no va a ser una fase, sino un proceso vital.Si hay algo que no se va a acabar, en un momento en el que se avecina el fin de tantas cosas, es la necesidad de aprender.
Referencia: El fin del mundo tal y como lo conocemos de Marta García Aller

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