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Enrique VIII y su canciller Tomás Moro |
Los ingleses emplearon represalias contra los comerciantes españoles y flamencos, pero la guerra contra los Paises Bajos era impopular en Londres y la necesidad de exportar productos ingleses al continente obligaría a conceder una tregua en la lucha. Tampoco iban bien las campañas. De forma que los reveses llevaron a Francia a un entendimiento con los españoles, desmoronándose así la política de Inglaterra como árbitro de potencias.
Por problemas de faldas Enrique VIII decidió romper con Roma, aconsejado por Thomas Cranmer y Thomas Cromwell. En 1533 hizo que Cranmer, a quien había nombrado arzobispo de Canterbury, anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante Ana Bolena, dama de honor de Catalina. El Papa respondió con la excomunión del rey, a la que Enrique VIII opuso el cisma de la Iglesia de Inglaterra, aprobado por el Parlamento (Ley de supremacía de 1534). Así, la Iglesia inglesa quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente, cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios. Los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores y su principal exponente, Tomás Moro, ejecutado en 1535. Sin embargo, Enrique VIII no permitió que se pusieran en entredicho los dogmas fundamentales del catolicismo, aunque no pudo evitar que, después de su muerte, Cranmer realizara la reforma de la Iglesia anglicana, que la situó definitivamente en el campo del cristianismo protestante, con la introducción de elementos luteranos y calvinistas.
Por problemas de faldas Enrique VIII decidió romper con Roma, aconsejado por Thomas Cranmer y Thomas Cromwell. En 1533 hizo que Cranmer, a quien había nombrado arzobispo de Canterbury, anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante Ana Bolena, dama de honor de Catalina. El Papa respondió con la excomunión del rey, a la que Enrique VIII opuso el cisma de la Iglesia de Inglaterra, aprobado por el Parlamento (Ley de supremacía de 1534). Así, la Iglesia inglesa quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente, cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios. Los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores y su principal exponente, Tomás Moro, ejecutado en 1535. Sin embargo, Enrique VIII no permitió que se pusieran en entredicho los dogmas fundamentales del catolicismo, aunque no pudo evitar que, después de su muerte, Cranmer realizara la reforma de la Iglesia anglicana, que la situó definitivamente en el campo del cristianismo protestante, con la introducción de elementos luteranos y calvinistas.
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