“La orientación atea de una vida es casi siempre una elección de la voluntad. El hombre ya no quiere reflexionar sobre su relación con Dios porque pretende convertirse él mismo en Dios. A Dios se le considera como alguien que pone obstáculos a nuestra libertad dictando leyes; Dios se convierte en el enemigo de la autonomía y la libertad. Llevado por el deseo de ser totalmente libre, el hombre rechaza lo que considera una coacción y acaba repudiando cualquier forma de dependencia de Dios. Descarta la autoridad de Dios, quien, sin embargo, nos ha creado libres para que, mediante un ejercicio razonado de nuestra libertad, podamos superar nuestros impulsos descontrolados y dominar cuanto hay en nosotros de instintivo, asumiendo plenamente la responsabilidad de nuestra existencia y nuestro desarrollo.”
“El hombre pretende dominar la naturaleza y conquistar su independencia. La técnica le proporciona la sensación de ser el amo del mundo y se convierte así en el único regente de un espacio sin Dios”, escribe Robert Sarah.
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