Para el historiador y académico Josep Fontana, en ninguno de los países de la Europa del este comunista se puede hablar de revolución, aunque los acontecimientos estuvieran acompañados por grados diversos de movilización popular. En todos los casos, comenzando por los de Polonia y Hungría, las negociaciones se hicieron por arriba, sin participación de las masas. No hubo una revolución popular contra el comunismo, se ha dicho, sino más bien “una guerra civil dentro de las élites comunistas”; una especie de suicidio colectivo de los propios dirigentes, que se vieron obligados a ceder un poder que eran incapaces de seguir manteniendo. Pero no hubo tampoco resistencia al cambio, que estaba legitimado por el descontento popular hacia unos regímenes que no habían cumplido sus promesas.
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