miércoles, 4 de septiembre de 2024

La desigualdad social

La desigualdad social siempre se deriva de la división existente entre los que poseen y los que no poseen, tal y como Miguel de Cervantes Saavedra ya apuntó en una época tan lejana como hace medio milenio. Pero al cambiar los tiempos, lo que ha generado el resentimiento más apasionado entre las dos posiciones es el hecho de poseer o no poseer objetos diferentes, unos objetos que son deseados con pasión. En la Europa de hace dos siglos y en algunos lugares remotos de la misma Europa hace tan sólo unas cuantas décadas, y aún hoy en algunos campos de batalla de guerras tribales o bien en zonas de recreo de dictadores, los objetos básicos que soliviantaban a quienes no poseían contra quienes sí poseían eran el pan o el arroz. Gracias a Dios, la ciencia, la tecnología y ciertas políticas y medidas razonables, ahora este ya no suele ser el caso. Lo que no significa que las antiguas divisiones estén muertas y enterradas. Más bien lo contrario… los objetos de deseo cuya carencia es causa de mayor y más violento resentimiento son muchos y variados, y su cantidad, al igual que las tentaciones que presentan, sigue creciendo a diario. Y con ellos se acrecientan la ira, la humillación, el rencor y la envidia que despierta la no posesión de estos objetos, y al mismo tiempo también despierta una urgencia por destruir lo que no se puede poseer. El pillaje y el incendio de tiendas derivan del mismo impulso y gratifican el mismo anhelo. Ahora somos todos consumidores. Ante todo y en primer lugar somos consumidores, consumidores por derecho y por deber. Después del ataque del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush apeló a los americanos para que superaran el trauma y volvieran a la normalidad, y a tales efectos sus palabras fueron: “Vuelvan ustedes a comprar”.

Referencia: Sobre la educación en un mundo líquido (Zygmunt Bauman y  Riccardo Mazzeo)


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