martes, 27 de agosto de 2024

El hombre de a pie comprende que se le ha engañado y que se sigue intentando engañarlo

Escribe Richard M. Weaver que “el aislamiento promovido por la tecnología ha tenido como consecuencia que la labor de difundir el conocimiento sea hoy aún más difícil que en tiempos de Platón. Ante los sofistas y demagogos atenienses, el filósofo tuvo que luchar contra males parecidos, pero al menos no se ocultaban en estratégicas trincheras, y entonces no era más difícil para el sabio hacerse oír entre los poderosos. Nada más natural, en una época materialista como la nuestra, que la autoridad se encarne en quienes disponen del poder económico. Para ilustrarlo con un ejemplo concreto: ¿qué posibilidades tiene hoy el predicador de la esquina de competir con las perogrulladas de los oráculos radiofónicos, sin contar con medios económicos o apoyos institucionales? Los habitantes de la cueva nunca estuvieron tan firmemente atados como en nuestra época, que es capaz de emplear aun la libertad como hechizo paralizador. Afortunadamente, por otro lado se detecta algún que otro indicio esperanzador de inquietud entre nuestros coetáneos. Hemos podido observar que la gente ordinaria recibe con profunda desconfianza la propaganda que se le ha estado infligiendo desde la Primera Guerra Mundial. Sorprendentemente, estas reacciones no han desaparecido. Tan profundamente arraigado está ese recelo que, durante el reciente conflicto, los relatos más auténticos de violencias, documentadas y comprobadas de todas las maneras imaginables, han suscitado reacciones de franca incredulidad o, en el mejor de los casos, esos relatos han sido aceptados con toda clase de cautela y reservas. El hombre de a pie comprende que se le ha engañado y que se sigue intentando engañarlo. Pero como carece de herramientas de análisis, suele tomar por propaganda cualquier expresión coherente y articulada. También en tiempos de paz se ha mostrado claramente reacio a cualquier intento de manipulación o engaño. En este país hemos visto al pueblo elegir a la presidencia a políticos casi unánimemente repudiados por la prensa, y no son infrecuentes las manifestaciones de cauto desdén para con las palmarias mentiras de la publicidad.”


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