sábado, 26 de marzo de 2022

El mayor peligro de la democracia son los mismos políticos

Thomas Jefferson, avisó de lo que nos podría pasar con la democracia si la volvíamos un fin en sí mismo: “La democracia no es más que el Gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%”. Según Aristóteles, la oclocracia era el Gobierno de la muchedumbre, el Gobierno que se guía por las emociones y el odio en lugar de por el sentido común, la convivencia o racionalidad. Es decir, para Aristóteles la oclocracia era lo que ahora nosotros llamamos populismo, o el Gobierno que busca intereses particulares a través de las emociones. Jefferson no era el único que le tenía miedo a la degeneración democrática. James Madison afirmó que el mayor peligro de la democracia eran los mismos políticos y a través de ellos la libertad de los ciudadanos podía sucumbir: “La esencia del Gobierno es el Poder; y éste, radicado, como debe estarlo, en manos humanas, siempre estará expuesto a ser empleado para abusar”.

 el mayor peligro de la democracia eran los mismos políticos 

Hans-Hermann Hoppe extrapoló la democracia actual a nivel mundial para mostrar cómo este sistema puede dinamitar nuestro porvenir. “Imagínese un Gobierno mundial democráticamente electo de acuerdo con el principio de un hombre un voto a escala mundial. ¿Cuál será el posible resultado de estas elecciones? Muy probablemente tendríamos una coalición de un Gobierno Indo-Chino”. De forma casi segura el Gobierno ganador encontraría que el llamado mundo occidental tiene mucha más riqueza, y que por lo tanto, el resto del mundo, especialmente la India y China, tiene demasiada poca. La coalición crearía un sistema de ingresos redistributivos sobre la riqueza. O imagínese, que en su país, el derecho de votar fuese ampliado hasta la edad de siete años. Su política se enfocaría a legitimar el derecho a tener un adecuado e igualitario acceso a las hamburguesas gratuitas, limonadas, y videos”. En demasiadas ocasiones se ha usado la democracia para justificar actos y decisiones que en realidad solo responden a beneficios de una parte de la sociedad en detrimento de la otra. En la actualidad tenemos un sinfín de mandatos del Gobierno central, local, de la Unión Europea y hasta de organismos internacionales que ni hemos votado. Todos ellos nos dicen cómo hemos de vivir según sus reglas.

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