lunes, 13 de julio de 2020

Antes de los años finales del siglo XVII, los highlanders de Escocia eran un apéndice de Irlanda



Los escoceses se juntan para celebrar su identidad nacional, la afirman abiertamente por medio de un determinado aparato nacional distintivo. Llevan el kilt, tejido en un tartán cuyo color y modelo indican su clan; y si deciden tocar música, su instrumento es la gaita. Este aparato, al cual atribuyen gran antigüedad, es de hecho básicamente moderno. Se desarrolló después, a veces mucho después, de la Unión con Inglaterra, contra la cual es, de algún modo, una protesta.


Antes de los años finales del siglo XVII, los highlanders de Escocia no formaban un pueblo diferente. Eran simplemente un apéndice de Irlanda. En esa costa accidentada e inhóspita, en ese archipiélago de islas grandes y pequeñas, el mar une más que separa y desde finales del siglo V, cuando los escotos del Ulster desembarcaron en Argyll, hasta la mitad del siglo XVIII, cuando se abrió después de las revueltas jacobitas, el oeste de Escocia, cortado por montañas desde el este, estuvo siempre más ligado a Irlanda que a los sajones de las Lowlands. Racial y culturalmente, era una colonia de Irlanda. Sus bardos, médicos y arpistas hereditarios (porque su instrumento musical era el arpa, no la gaita) venían de Irlanda.


No fue hasta mediados del siglo XVII que la Plantation del Ulster bajo la autoridad inglesa y el auge de la hegemonía de los Campbells en las Highlands occidentales rompieron esta potencial unidad política. Pero la unidad cultural, aunque debilitada, se mantuvo. En el siglo XVIII, las islas occidentales eran todavía un apéndice irlandés, y el idioma gaélico que allí se hablaba era llamado normalmente, en el siglo XVIII, irlandés. La creación de una tradición highland independiente y la imposición de ésta, con sus signos externos, al conjunto de la nación escocesa, se produjo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Toda vez que los lazos con Irlanda se habían cortado, y las Highlands escocesas habían adquirido, aunque fraudulentamente, una antigua cultura independiente, se había abierto el camino para señalar esta independencia por medio de tradiciones propias. La tradición que ahora se iba a establecer era la peculiaridad en la forma de vestir, escribe el historiador británico Eric Hobsbawm.

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