miércoles, 12 de diciembre de 2018

La pregonada inutilidad de la filosofía.

Calicles.
En el Gorgias platónico Calicles le espeta a Sócrates que uno puede ocuparse de la filosofía mientras sea joven, pero que hacerlo de viejo resulta ridículo. Hoy nuestros nuevos sofistas, los pedagogos, han decretado que ni siquiera en la educación del joven es buena la filosofía. Poco tiempo después Epícuro aconsejaba a Meneceo que nadie debería avergonzarse de filosofar ni de joven ni de viejo, “porque nunca es tarde ni temprano para aprender a ser feliz”. No hará falta concluir que en los tiempos presentes estas cosas suenan a enormes paparruchas. La pregonada inutilidad de la filosofía viene a ser la confesión clamorosa de que educar se ha vuelto ante todo una instrucción para el mercado, una adquisición de destrezas y habilidades con vistas a ser vendidas. 


La religión cotidiana de la mercancía nos predica que no hay valor de uso sin valor de cambio que lo respalde; esto es, que no hay otras necesidades que las que puedan satisfacerse con dinero. La vida humana y su riqueza quedan así notablemente devaluadas. Hay una incapacidad de comprender otro sentido de útil que no coincida con el utilitarista, que haya cosas que merezcan la pena aunque no tengan precio o justamente por no tenerlo, pero sí un valor incuestionable, escribe Artega.

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