miércoles, 19 de diciembre de 2018

La ciencia promete la verdad, pero no puede lograrla.

Coger a un pájaro, analizarlo, fragmentarlo, no es comprender lo que es el pájaro, porque este animal, al igual que el resto de seres, es más que la suma de sus partes. Conocer los elementos que lo configuran, que a su vez están compuestos de esos átomo, no nos permite aclarar qué es. El pájaro es también sus movimientos, su canto, lo que come, su relación con otros seres, el árbol en el que se posa, el bosque en el que ese árbol se integra. Así, llegamos  al infinito; en este caso, a lo infinitamente grande. La parte no es ajena al todo en el que se integra, pero nuestra razón busca comprender analizando, fragmentando, por lo que, lejos de darnos la explicación que buscamos, nos sitúa ante una serie de elementos aislados que ya no dicen nada de aquello sobre lo que reflexionábamos. 


Pascal.
Con todo lo anterior, Pascal nos muestra, como el viejo cuento del emperador, que la ciencia está desnuda. Promete la verdad, pero no puede lograrla, y lo único que ofrece son anécdotas acerca de los fenómenos físicos. Anécdotas, además, que no nos sirven de nada a la hora de resolver las preguntas que más deberían importarnos, aquellas que tienen que ver con el sentido de nuestra vida.

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