lunes, 28 de agosto de 2017

Un sacerdote filipino escuchó confesiones durante varios días y luego fue colgado.

El coste global de vidas por las medidas estadounidenses en Filipinas fue enorme, pero difícil de cuantificar. Para las fuentes autóctonas “en los quince años que siguieron a la
prisioneros españoles tras la derrota
derrota de los españoles en la bahía de Manila en 1898, fueron asesinados más filipinos por las fuerzas estadounidenses que por los españoles en los 300 años de colonización. Más de 1.500.000 murieron de una población total de 6.000.000”. Según una estimación estadounidense los militares filipinos muertos fueron unos 20.000

La carta que le envió su hijo al reverendo W. H. Walker, que
 W. H. Walker
este llevó al Boston Daily Globe y se publicó el 5 de mayo de 1902, describía con precisión cómo fueron ejecutados 1.300 prisioneros en unas pocas semanas y las actividades que habían rodeado la operación. “Un sacerdote filipino, decía, escuchó sus confesiones durante varios días y luego fue colgado enfrente de ellos. Después se eligió a veinte prisioneros para que cavaran las fosas comunes y al terminar les dispararon”. El joven Walker lo justificaba: “Para evitar que los presos disminuyeran las raciones de los soldados y estos no se murieran de hambre, la única solución era matarlos”.

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