sábado, 22 de enero de 2022

Nada separa más a Oriente de Occidente que la situación de la mujer en la sociedad

Si una mujer se convierte en madre, con o sin matrimonio, se ve impedida de llevar una vida libre o independiente como el hombre. Mientras el movimiento feminista se limite a igualar los derechos jurídicos de la mujer con los del hombre, a darle seguridad sobre las posibilidades legales y económicas de desenvolver sus facultades y de manifestarlas mediante actos que correspondan a sus gustos, a sus deseos y a su situación financiera, sólo es una rama del gran movimiento liberal que encarna la idea de una evolución libre y tranquila. Si, al ir más allá de estas reivindicaciones, el movimiento feminista cree que debe combatir instituciones de la vida social con la esperanza de remover ciertas limitaciones que la naturaleza ha impuesto al destino humano, entonces es ya un hijo espiritual del socialismo. Porque es característica propia del socialismo buscar en las instituciones sociales las raíces de las condiciones dadas por la naturaleza, y por tanto sustraídas a la acción del hombre, y pretender, al reformarlas, reformar la naturaleza misma.



El Oriente ha sido incapaz de resolver este problema, que fue su ruina. Para Oriente, la mujer es un instrumento de placer del hombre, una productora de hijos, una nodriza. Cada impulso que la cultura personal parecía tomar en Oriente quedaba frustrado, porque el elemento femenino rebajaba sin cesar al hombre a la pesada atmósfera del harén. En la actualidad, nada separa más a Oriente de Occidente que la situación de la mujer en la sociedad y la posición del hombre hacia la mujer. A menudo se pretende que la sabiduría de los orientales ha concebido mejor los más altos problemas de la existencia que la filosofía europea. En todo caso, Oriente no ha podido resolver el problema sexual, y esto ha dado el golpe de muerte a sus civilizaciones. Para el occidental, la mujer es una compañera; para el oriental, una concubina. La europea no siempre ha ocupado la posición que le corresponde ahora, pues la ha conquistado gradualmente en el curso de la evolución del principio despótico al principio contractual. Esta evolución le ha dado jurídicamente completa igualdad de derechos, y el hombre y la mujer son iguales ante la ley en nuestros días.

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