sábado, 20 de junio de 2020

Si pretendemos ser rigurosos, apliquémonos siempre las mismas reglas


Mao y Stalin

Cuando consideramos los crímenes de enemigos oficiales, Stalin, Hitler o Mao por mencionar sólo los casos más evidentes, no consideramos que el crimen tenga atenuantes por no ser deliberado, sino reflejo de estructuras institucionales e ideológicas. La hambruna china de 1958-1961 no es menos grave por haber sido una equivocación ni porque Mao no se hubiera propuesto matar a decenas de millones de personas. Tampoco se atenúa con especulaciones sobre las razones particulares que provocaron las órdenes, que condujeron a la hambruna. De la misma manera rechazaríamos indignados la acusación de que condenar los crímenes de Hitler en Europa oriental significaría pasar por alto los crímenes de Stalin. Si pretendemos ser rigurosos, apliquémonos siempre las mismas reglas.

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