domingo, 28 de junio de 2020

Judea en tiempos de Jesus


Cristo en el Templo

Cuando nació Jesús, hacía menos de una década que Roma había conquistado Judea. El bandolerismo, a veces teñido de nacionalismo, era habitual en el campo; en los pueblos y ciudades se hablaba de rebelión y se esperaba un mesías que restaurara el dominio judío sobre la tierra santa de Israel. Los más extremistas de quienes buscaban esperanza en la política eran los zelotes, que pretendían expulsar a los romanos por la fuerza de las armas. Sus actividades acabaron llevando a dos revueltas desastrosas. La primera, entre los años 66 y 70 de nuestra era, causó la destrucción del Templo judío de Jerusalén a manos de los vengativos romanos. La segunda, en los años 132-135, provocó la destrucción de la ciudad de Jerusalén y la expulsión de toda la población judía. En sus ruinas se refundo la ciudad pagana de Aelia Capitolina; durante los siguientes quinientos años se prohibió a los judíos que vivieran allí, escribe la profesora Judith G. Coffin.

Representación del desfile en Roma, del botín procedente del saqueo del Templo de Jerusalén por el ejército romano de Tito (año 70). 
Los guardianes de las tradiciones escritas conservadas en la Tora eran la casta sacerdotal, dice Coffin, hereditaria del templo y sus aliados aristócratas, un grupo conocido como los saduceos. Como cabría esperar en el mundo antiguo, la alianza entre las autoridades religiosas y políticas de Judea era cerrada. Antes de la conquista romana, al sumo sacerdote del templo de Jerusalén lo nombraban los monarcas judíos hasmoneos, que habían conseguido su independencia de los gobernantes seléucidas de Siria durante el siglo II a. J.C. Sin embargo, tras la conquista romana, al sumo sacerdote lo designaba Roma. Como resultado, fue inevitable que los saduceos se vieran teñidos por la sospecha de colaboracionismo, a pesar del papel central que desempeñaban en el culto del templo. Sus principales rivales en fidelidad religiosa eran los fariseos, grupo de maestros y predicadores de la ley religiosa y herederos en cierta medida de la tradición profética del período del Primer Templo.Los fariseos instaban a una devoción rigurosa a la ley mosaica, pero también eran bastante flexibles al aplicarla a la vida diaria.Los esenios, grupo casi monástico que buscaba la liberación espiritual mediante el ascetismo, el arrepentimiento y una estricta separación sectaria de sus semejantes judíos. La mayoría de los judíos no se identificaban con ninguno de estos grupos.


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