miércoles, 22 de mayo de 2019

Cuando no se lee pero se cita ocurre que….

Gabriel Zaid
Cuenta Gabriel Zaid que no se lee a Jean-Baptiste Say, pero se cita su famosa ley (“La oferta crea su propia demanda”), que nunca escribió, aunque es un buen resumen de su posición al respecto (Thomas Sowell, Say’s Law: An historical analysis). Pocos han leído a Lord Acton, pero muchos citan aquello de “El poder corrompe”, aunque la frase (nunca publicada por el autor, sino escrita en una carta) es: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente” (Lord Acton, Essays on freedom and power, ed. Gertrude Himmelfarb). Así también hay dos o tres versiones diferentes de la frase de George Santayana “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, aunque consta en un libro (The life of reason). De igual manera que una traducción puede mejorar el original (en Otras inquisiciones, “Sobre el Vahtek de William Beckford”, Borges hace la broma de que “El original es infiel a la traducción”), el texto original de muchas frases célebres puede ser decepcionante, frente a la cita de memoria. El interés de los fragmentos citados puede ser tan grande que relegue a la sombra toda la obra de un autor (como sucede con Acton y con Say). O puede reducirla a simple estuche de frases maravillosas. La vida es sueño de Calderón de la Barca parece resumirse en el momento cumbre de leer o escuchar “que toda la vida es sueño, y los sueños sueños son”. Orson Welles se burlaba de los que van a ver las obras de Shakespeare para ir reconociendo las frases famosas. Sobre lo cual, Henry C. Bunner había escrito un epigrama que decía que “Shakespeare fue un dramaturgo muy notable que vivía de escribir cosas citables”.

Robert K. Merton dedicó años y un libro completo (On the
Robert K. Merton
shoulders of giants) a estudiar una sola frase de Newton, que se volvió famosa: “Si vi más lejos, fue por estar en los hombros de gigantes”. Resultó que no era de Isaac Newton (1643-1727), ni George Herbert (1593-1633), ni Robert Burton (1577-1640), ni Diego de Estella (1524-1578), sino de Bernardo de Chartres (siglo XII), según cuenta su discípulo Juan de Salisbury en el año de 1159

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