domingo, 27 de julio de 2025

El 19 de enero de 1836, Madrid se quedó sin frailes

“Es un hecho que nadie pondrá en duda la impopularidad de los frailes en Madrid, y la repugnancia con que los miran los habitantes de esta Corte”, esta era la compasión que sentía por los religiosos el progresista Salustiano Olózaga, para justificar la extinción de los que habían sobrevivido a las matanzas de años anteriores. En estos términos se dirigía Salustiano Olózaga el 12 de enero de 1836 al ministro del Interior, Martín de los Heros. Cuando hizo esta exposición al Gobierno, Olózaga escribía en su calidad de gobernador civil de Madrid, y líneas más abajo solicitaba al gobierno de Mendizábal que hiciese lo que él no podía, por no tener competencias para ello: «Si, como parece, su duración no podrá ser larga, que desaparezcan inmediatamente y en un solo día». Y así fue, el Gobierno atendió su solicitud, y en un solo día, el 19 de enero de 1836, Madrid se quedó sin frailes, y la Villa y Corte se convirtió en un anticipo de lo que iba a suceder pocos días después en toda España, lo que supuso el cierre de 1.940 conventos y la dispersión de 31.000 religiosos varones, que se quedaron en la calle. En estos años la Iglesia en España fue sacudida por una persecución religiosa como nunca antes había padecido,cuenta el historiador Javier Paredes, los liberales se emplearon a fondo contra ella. Se la persiguió con leyes injustas y con la espada. Segaron la vida de más de un centenar de religiosos, episodio al que Marcelino Menéndez y Pelayo se refiere como “el pecado de sangre”. Hubo por tanto mártires, que todavía hoy permanecen a la espera de un reconocimiento oficial de la Iglesia.
Salustiano Olózaga
Unos primeros datos pueden dar una idea de las graves consecuencias de esta persecución. En la primera mitad del siglo XIX los efectivos del clero se redujeron en más de la mitad. Según los datos del censo de 1797 a principio del siglo XIX había en España 145.628 personas del clero secular y de los religiosos de ambos sexos. Medio siglo después, pasada la tormenta, restablecidas las relaciones con la Santa Sede y firmado el concordato de 1851, los efectivos eclesiásticos en España eran tan solo 63.361, lo que significa que durante estos años se perdieron 82.361 vocaciones religiosas, escribe Pardes……En el verano de 1833 había en Madrid ochenta conventos, casi a partes iguales entre los masculinos y los femeninos, porque 38 eran de frailes y otros tantos de monjas. Pero cuando el 12 enero de 1836 Olózaga eleva su petición al Gobierno para que desaparezcan en Madrid todos los frailes en un solo día por la repugnancia que le causaban, ya solo quedan 15 conventos masculinos en la capital de España. Esos eran los primeros resultados de la persecución religiosa, que se había iniciado dos años antes.
Paradójicamente, el régimen liberal que se asentó en España tras la muerte de Fernando VII en 1833, y que establecía como ejes de su nueva sociedad la libertad y la tolerancia, se estrenó desatando una persecución religiosa. Unas veces la persecución religiosa fue incruenta, pero persecución, y se llevó a cabo mediante los decretos y las leyes injustas, conculcando así los más elementales derechos que los liberales decían defender. Y en otras ocasiones la persecución fue cruenta…..Nunca se había visto en España nada semejante a lo que sucedió los días 17 y 18 de julio de 1834 en Madrid, cuenta el profesor Paredes. Manuel Revuelta ha estudiado todo lo ocurrido con detalle, con rigor y con serenidad. El 17 de julio no debe solamente considerarse como fecha aciaga en que tiene lugar una hecatombe de vidas humanas, que tanto abundan, por desgracia, en la historia. No se trata solamente de unos frailes menos, en aquella España trágica, desposada con la muerte, que veía perder a sus hijos por la epidemia del cólera o los fusilamientos masivos en la salvaje guerra sin cuartel. El 17 de julio es símbolo de un movimiento de oposición radical a la Iglesia, que desgarra con surco tajante la secular tradición católica de nuestro pueblo.


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