viernes, 12 de marzo de 2021

La democracia es débil sin ciudadanos virtuosos


Dice Giuseppe Abbá que la ética no está en los códigos o mandamientos, sino en el encuentro de nuestra libertad con el bien accesible para nosotros. Si al interactuar con la realidad tratamos con respeto a lo bueno existente, somos y nos hacemos buenos; si, desde nuestra libertad, tratamos mal a lo bueno o bien a lo malo nos hacemos malos.


Escribe Benigno Blanco que una de las grandes aportaciones que Aristóteles hace a nuestro tiempo es que no hay que buscar el bien moral en las nubes ni en la especulación abstracta, sino en la vida real; en tu vida y en la mía, aquí y ahora; pero con pleno respeto al bien real preexistente. Abramos los ojos a una mirada contemplativa y enamorada del bien posible que podemos conocer y conseguir a través de nuestra conducta ética. Esta es la propuesta de la ética aristotélica.
Tocqueville

Intelectuales, de Tocqueville a Habermas, nos recuerdan que la democracia es débil sin ciudadanos virtuosos, que existe un sustrato prepolítico de corrección ética que la política no genera por sí misma y sin el que un régimen de libertades puede devenir inviable. También los últimos Papas de la Iglesia católica, especialmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, han hablado con frecuencia de este factor de sostenibilidad de las democracias.

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