lunes, 2 de septiembre de 2019

La guerra



Son asombrosas la frialdad y la indiferencia con que la mayor parte de la humanidad asiste al comienzo de una guerra. Para quienes oyen sobre ella a la distancia o se enteran por los libros pero jamás se han representado mentalmente sus males, es apenas poco más que una competición vistosa; una proclama, un ejército, una batalla, y un triunfo, escribe Samuel Johnson. Pálidos, entumecidos, desanimados e indefensos; jadeando y gimiendo sin que nadie se apiadara de ellos, entre hombres curtidos en una larga miseria sin esperanza ninguna; y finalmente sepultados en fosas o echados al mar, desconocidos y olvidados. Es en estos campamentos incómodos y en estos lugares malsanos, en los que todo coraje es inútil y toda iniciativa imposible, donde las flotas son diezmadas en silencio y los ejércitos poco a poco consumidos. Es así como se extenúa en forma gradual a un pueblo, la mayoría de las veces con escaso resultado. Los pocos individuos que terminan beneficiándose, no parecen legitimados por la más justa de
las causas a obtener esas utilidades. Si el que cosechó los frutos es el que corrió el riesgo y se hizo rico con la victoria tras sangrar en la batalla, podrá ostentar sin miedo su botín. Pero al concluir una guerra, ¿qué nos recompensa por la muerte de una multitud de personas y por los gastos millonarios si no es la contemplación de la gloria repentina de pagadores y agentes, de contratistas y comisionados, cuyos coches relucen como meteoros y cuyos palacios se elevan como una exhalación? Estos son los hombres que sin virtud, trabajo ni riesgo alguno se enriquecen conforme su país se empobrece.

Niños en la guerra
Por supuesto que antes de desenvainar la espada todas las naciones confían en la victoria; y es esa fe que cada cual posee en sí mismo la que produce aquella desenfrenada efusión de sangre que ha afligido al mundo con tanta frecuencia. Pero es evidente que al menos una de entre dos opiniones que se excluyen tiene que estar equivocada; y en la historia de la humanidad no faltan ejemplos capaces de enseñar cautela y moderación. 

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