viernes, 8 de marzo de 2019

Los ríos de nuestras vidas mutan de manera constante.


Jonathan Barnes escribe, que a esos ríos naturales “a los que el lenguaje habitual y la nomenclatura de los geógrafos imponen permanencia y estabilidad, están continuamente cambiando, al menos en un sentido fundamental, las aguas que los forman nunca son las mismas”. 

Así también, escribe  Montes, los ríos de nuestras vidas, bajo una imagen de continuidad y persistencia, mutan de manera constante, se nutren de acontecimientos nuevos y se mueven bajo impulsos en apariencia conocidos pero intrínsecamente diferentes, porque el bullir de la existencia, los vapores de la combustión permanente en la que estamos instalados y la renovación sin tregua de nuestro propio yo (cambian las partículas intelectuales de nuestro espíritu igual que cambian las células de nuestro cuerpo), hacen que nos convirtamos en un crisol donde todo se funde, recompone y muta. Como dice  Séneca, “todo lo que ves corre con el tiempo, y yo mismo, mientras afirmo que las cosas cambian, he cambiado” y Heráclto nos manifiesta “no nos bañamos dos veces en el mismo río”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario