viernes, 7 de septiembre de 2018

Lo central en la contienda por el poder político son las ideas.

Cuenta Axel Kaiser que Pablo Iglesias es tan transparente respecto a su estrategia que incluso da un ejemplo sobre cómo Podemos utiliza el lenguaje para avanzar en su causa populista: “la imposición en el lenguaje político español de la palabra “casta” para señalar a las élites políticas y económicas es un buen ejemplo de la política hegemónica de Podemos; la política por un nuevo relato de la crisis y por la forma de superarla”. La conclusión general de Iglesias es reveladora en el sentido de confirmar que lo central en la contienda por el poder político son las ideas: “la nuestra ha tratado de ser una estrategia de combate político en la batalla de las ideas que se libra en los medios cuyo peso es fundamental a la hora de determinar cómo piensa la mayoría de la gente”. Iglesias dice, entonces, que el campo de disputa de todo el proyecto fascipopulista que llevan adelante es la cultura y el terreno de las ideas. Así, su lucha es primeramente de tipo intelectual, y debe serlo porque, como carecen “de los fusiles de Mao”, no pueden hacer la revolución armada para llegar al poder. Lo que deben hacer entonces es cambiar la hegemonía utilizando las estructuras democráticas para llegar a controlar el poder del Estado. Una vez instalados, proceden a avanzar hacia el socialismo. Lo que se debe llevar adelante, según Iglesias, es lo que Gramsci llamaba “guerra de posiciones”, que consiste en ir gradualmente ganando terreno en el ámbito de la hegemonía cultural para preparar el camino a la victoria final.
 
 
Más que ganar las elecciones en el corto plazo, lo que le importa a Iglesias es cambiar el relato político, es decir, consolidar posiciones que hagan avanzar la hegemonía cultural de su proyecto populista. El cálculo no es de corto plazo, sino de largo: “¿Qué debemos decir en esta campaña entonces? En primer lugar que Podemos nació para ganar las elecciones generales y que ninguna batalla previa, por importante que sea, nos va a distraer de la principal”, escribía Iglesias en mayo de 2015. Lo mismo puede decirse sin duda de otros movimientos populistas como el fascismo en Italia y el nacionalsocialismo en Alemania, que fueron el producto del trabajo largo y paciente de un sinnúmero de intelectuales antes de convertirse en hegemonía política y cultural.

 

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