jueves, 20 de septiembre de 2018

La retórica es el arte de encantar a las almas de los hombres.

Winston Churchill en la Cámara de los Comunes, 13 de mayo de 1940
El 13 de Mayo de 1940 Winston Leonard Spencer Churchill,levantándose de su asiento, empezó a hablar a la Camara de los Comunes diciendo: “Me gustaría decir a esta Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este gobierno: No tengo nada que ofrecer más que sangre, fatigas, lágrimas y sudor”.El impacto visceral que tuvieron estas cuatro palabras sobre Churchill a lo largo de más de cuarenta años es innegable.

En su libro The Roar of the Lion, el historiador Richard Toye comenta que “la repetición de esa palabra, “victoria”, cinco veces en una sola frase creaba una enorme sensación de firmeza y de determinación por parte de Churchill; no prometía la victoria, pero prometía no parar hasta conseguirla, y eso significaba que sus advertencias de sangre y terror iban acompañadas de cierta sensación de optimismo”.
Póster británico con una frase de Churchill 

En “El andamiaje de la retórica” decía Churchill que “la gente irreflexiva a menudo se imagina que los efectos de la oratoria son producidos por palabras largas. El error de esta idea se pondrá de manifiesto mirando lo que se ha escrito. Las palabras más cortas de una lengua suelen ser las más antiguas. Su significado está más arraigado en el carácter nacional y apelan con mayor fuerza a los entendimientos más simples…”. Las palabras usadas en su discurso, dice el historiador Anthony McCarten, seguían exactamente ese método: “batallas”; “sangre, fatigas, lágrimas y sudor”; “guerra”; “victoria”; “terror”; “supervivencia”; “anhelo”; “esperanza” y “fuerzas unidas”. 

Fue Plutarco, citando a Platón, el que dijo que la retórica es “el arte de encantar a las almas de los hombres y que su acción principal es la guía de los hábitos y las pasiones, como si se tratara de ciertos tonos y sonidos del alma que requieren un toque y golpe de plectro muy rítmico”.

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