lunes, 8 de abril de 2024

El dramático verano de 1936

En la zona controlada por el Frente Popular, en el dramático verano de 1936, comienza la persecución contra los que ellos consideraban enemigos de la revolución entre los que estaban las personas con ideología conservadora: empresarios, médicos, abogados, comerciantes, religiosos, etc. La persecución no solo se dio con el asesinato de personas, también se dirigió a la destrucción de gran parte del patrimonio civil, religioso, arquitectónico y pictórico; se perdieron para siempre obras de incalculable valor. El resultado fue una persecución sistemática contra el catolicismo y todo lo que ello significaba.La mayoría de las personas asesinadas en el territorio dominado por el Frente Popular lo fueron sencillamente por ser católicos o conservadoras. La simple condición de sacerdote, monja,el mero hecho de ser católico, era motivo para ser detenido y en nocturnidad asesinado. Este ambiente de sospecha sobre estas personas y no poder hacer nada por su libertad generó un clima de represión que obligó a esconderse a unos y a pasar la frontera a otros. El período de máxima represión fueron las primeras semanas de la revolución. En Cataluña, especialmente en Barcelona, las Patrullas de Control y los Comités de Defensa eran los encargados de detener a las personas sospechosas y de llevar a cabo los registros domiciliarios, aprovechando siempre el atardecer o la noche. En la mayoría de los casos hacían subir a los detenidos al camión, llamado posteriormente “fantasma” o de la “muerte”. Cuando estaban a pocos kilómetros fuera de Barcelona, los hacían bajar, los obligaban a caminar y los disparaban.

La persecución contra los religiosos venía apoyada por algunos diarios republicanos. Solidaridad Obrera escribía: “Las órdenes religiosas han de ser disueltas. Los obispos y cardenales han de ser fusilados. Y los bienes eclesiásticos han de ser expropiados….Se ha perseguido y exterminado a sacerdotes y religiosos únicamente porque lo eran. La destrucción de la Iglesia es un acto de justicia. Matar a Dios, si existiera, al calor de la revolución, cuando el pueblo, inflamado por el odio justo, se desborda, es una medida natural, muy humana”. Una de las consignas fue “que había que ahorcar a los frailes con las tripas de los curas”. En julio de 1936 se pasó del anticlericalismo de las izquierdas republicanas a la persecución desencadenada por las organizaciones obreras, sindicales y políticas basándose en una visión ideológica de exterminio de decenas de personas cuyo único delito era pertenecer a una clase social que debía perecer ineludiblemente y de haber concluido el conflicto con la victoria del Frente Popular, que hubiera significado la implantación de una dictadura comunista. Estas organizaciones e ideologías controlaban el poder, unas veces de hecho, como en Barcelona, y después legalmente, cuando en septiembre de 1936, Azaña encargó a Largo Caballero la formación de un gobierno, llamado “Gobierno de la Victoria”.


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