jueves, 11 de enero de 2024

Las ideas democráticas de Occidente no son compartidas por otras civilizaciones

Según Huntington, las ideas democráticas de Occidente no son compartidas por otras civilizaciones. Lo que para Occidente es un progreso para ellos es una desnaturalización. Es clara la oposición radical de la civilización islámica a Occidente. También la Sínica, en este caso revestida más del carácter de hegemonía económica que de férrea resistencia cultural. Las rivalidades entre los bloques, dice Huntingto, no está determinada por ideologías, sino por las culturas.
El fundamentalismo islámico es mucho más antiguo de lo que se cree. La wahabita, surgida en Arabia a fines del siglo XVIII, considera que la única concepción posible para las formas de convivencia humana es la religiosa. Concibe que política y religión son una misma cosa, y por lo tanto el poder político debe estar sometido al poder religioso. Por lo tanto no cabe promulgar leyes civiles. Para Wahab la yihad ha de tener una actitud ofensiva, como es la de difundir esa causa con la espada. El martirio no solo se debe padecer por defender, sino si es preciso por propagar y por un sentimiento de hostilidad radical hacia los infieles, puesto que la existencia de los infieles pone en peligro al Islam. Arabia Saudita es un pais fundamentalista en el sentido de que no permite el ejercicio de otra religión que la musulmana, o que una persona que porta símbolos cristianos corre el peligro de ir a la cárcel, pero los monarcas saudíes procuran mantener buenas relaciones con Occidente.
Actualmente se considera el fundamentalismo islámico como una actitud ofensiva de elementos radicales que temen que el mundo árabe pierda su identidad como consecuencia de la globalización. Para Huntington no es casualidad que en el mundo musulmán haya nacido el movimiento llamado “lucha de civilizaciones”. Puede considerarse que en virtud de la integración entre lo político y lo religioso, algo que no existe en otras culturas, un musulmán tolerante, pueda ser en un momento dado “un fundamentalista en potencia”. El fundamentalismo islámico no razona, no evalúa, no dialoga. De aquí que resulte difícil para Occidente acostumbrado al respeto y la tolerancia, encontrar un medio para evitar sus peligros o convencer a sus miembros.

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