“No es necesario,escribió Benedicto XV en su primera encíclica, añadir epítetos a la profesión del catolicismo. A cada uno le es suficiente el decir “Cristiano es mi nombre y católico mi apellido”. Basta con intentar ser en verdad lo que uno se llama.” Se trataba de un neto rechazo de quienes se llamaban con orgullo integristas, los cuales daban a entender que quienes no eran tales no eran verdaderamente cristianos.
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