miércoles, 5 de octubre de 2022

La tragedia de Nicolás II

Fue el consejo de los jefes militares de Nicolas II lo que le persuadió a abdicar. En enero de 1917, cuando el gran duque Pablo, en un último intento desesperado por evitar la catástrofe, exhortó al zar para que creara un Gobierno de la Duma, Nicolás II contestó: “Yo pronuncié un juramento de defender la autocracia el día de mi coronación y debo entregar ese juramento en su integridad a mi hijo”. De alguna manera, encontró probablemente más fácil abdicar que convertirse en un rey constitucional. Ésa fue la tragedia de Nicolás II.

Al hacer explícita la conexión entre la corrupción sexual de la corte y la condición enfermiza de Rusia, esta propaganda fue vital para desacreditar al zar y socavar el mito del rey divino. A lo largo de 1917, se forjó la imagen popular de la monarquía como una fuerza ajena oscura y corrupta, una imagen que eliminó la posibilidad de restauración y, por lo tanto, socavó, en gran parte, la contrarrevolución durante años. Políticamente, la monarquía había muerto. Todas sus instituciones principales de apoyo (la burocracia, la policía, el Ejército y la Iglesia) se derrumbaron prácticamente de la noche a la mañana. Fue un indicio de hasta qué punto habían quedado debilitadas, y de lo mucho que se habían distanciado del zar, en los años anteriores a 1917. El zar fue el eje de la monarquía (y era, a la vez, una especie de oficial, sacerdote, gobernador de distrito y policía), y una vez destituido, todo el sistema se derrumbó.

Resulta revelador que ninguno de los dirigentes blancos durante la guerra civil adoptara la monarquía como causa, a pesar de los esfuerzos de los numerosos monárquicos que había entre sus filas. Los dirigentes blancos se dieron cuenta de que, políticamente, sería un suicidio hacerlo. Porque, como Trotsky expresó “el país había vomitado la monarquía de una manera tan radical, que jamás podría volver a entrar por su garganta”. Su pronóstico probablemente sigue siendo válido, a pesar del enamoramiento postsoviético del pasado zarista. Según una encuesta de opinión sólo el siete por ciento del pueblo ruso está a favor del regreso de la monarquía.


Fuente:La Revolución rusa (1891-1924), Orlando Figes


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