jueves, 16 de enero de 2020

Hay parejas que hacen del conflicto su modo de relación

Hay parejas que hacen del conflicto su modo de relación; se instalan en él, como en un estado morboso de odio y reproche.La ruptura de las relaciones, el fracaso matrimonial, se produce porque, de repente, surge una oscuridad total entre los esposos. Antes se veían, eran cada uno luz para el otro; pero luego, poco a poco, empezaron las sombras, las dudas, la incomunicación, el hastío.

Sanchez Adalid 
Dice el escritor y sacerdote Sanchez Adalid en su libro La mediadora que “el factor que está en la raíz de todas las pasiones y fracasos: la percepción de la pérdida del ser; la sensación de no ser nada ni para ti ni para aquellos a quienes amas; el oscurecimiento de la propia vida y la falta de luz…Esto es muy importante para la mediación. El diálogo que inicia el mediador comienza como un encuentro entre dos extraños, sobre los cuales se habrá de incidir hasta reconducirlos. Esta situación pronto da lugar al mutuo involucramiento… En ese momento, las partes, si bien no son extraños totalmente el uno para el otro, tampoco ya se comprenden entre ellos… Existen importantes áreas de su experiencia mutua que han sido secuestradas de la relación, operando desde lo inconsciente… ¡He ahí el trabajo psicológico del mediador! De esta nueva situación, de la ceguera del conflicto, ha de rescatarlos por medio de la interpretación. Se tratará de una operación intelectual para que puedan volver a encontrarse, aunque ahora en la nueva situación planteada, en el conflicto que se debe encauzar. El mediador, actuando a la manera de un puente, los unirá y los separará a la vez, pasando por encima del abismo de su mutuo extrañamiento… En esta situación, sus defensas los alejarán, pero dejarán poco a poco de ser a la vez objetos por completo ajenos; hasta que hallemos la única forma de reunir estas dos visiones incompatibles en un todo armonioso… Cuando tenemos éxito en este proceso, logramos pasar a un nuevo entendimiento intersubjetivo, en el que el otro se torna nuestro semejante y en el que logramos comprenderlo empáticamente. A esto Kohut lo denominaba la “inmersión empática total”. Es decir, meterse tanto en el problema que al final es propio, aunque solamente con el fin de solucionarlo…”.

Hay que ayudar a buscar, a hallar, a poner paz, a devolver cada cosa a su sitio, a reconciliar, sanar y hacer que la vida siga, porque no se acaba el mundo, porque siempre hay una posibilidad.

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