martes, 27 de noviembre de 2018

El suicidio de la monarquía

Alfonso XIII y Primo de Rivera.
Cuenta Moa que con la dictadura de Primo de Rivera, y el PSOE colaboró con ella, desapareció el terrorismo anarquista (y el patronal), y republicanos y nacionalistas catalanes y vascos cayeron en una discreta pasividad, aunque la represión contra ellos fue suave, nada sangrienta, y siguiera publicándose mucha de su propaganda. Al mismo tiempo la gangrena marroquí quedó curada, y el desarrollo económico fue el más intenso habido hasta entonces. Sin embargo la dictadura sólo podía ser una solución transitoria. Cuando, a los seis años y pico, Primo de Rivera abandonó, salió a flote la arrasadora crisis moral de los partidos monárquicos y liberales, mientras saltaban a primer plano las fuerzas que el régimen liberal no había logrado encauzar. El 14 de abril de 1931 nacía la república.

Alcalá Zamora
La mayoría de la gente no tenía, seguramente, sentimientos republicanos, y la I República era recordada, no sin razones, como una catástrofe. No obstante, el monarquismo estaba minado por un cáncer moral. La razón del súbito republicanismo de don Niceto Alcalá-Zamora y Torres la expone Miguel Maura, otro monárquico que le había precedido dos meses en la conversión: “La monarquía se había suicidado, y, por lo tanto, o nos incorporábamos a la revolución naciente, para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos, o dejábamos el campo libre, en peligrosísima exclusiva, a las izquierdas y a las agrupaciones obreras”. Sonaba excesivo afirmar el suicidio de la monarquía entonces, pero en los meses siguientes pudo comprobarse en sus líderes una auténtica vocación autodestructiva. Sus políticos vacilaban o traicionaban al rey Alfonso XIII, muchos de ellos con un plus de bajeza o cobardía. En cambio los republicanos, todavía pocos y divididos, agitaban combativamente.  

Moa asegura que la república nació bajo el impulso y dirección de unos monárquicos de la víspera, católicos y fundamentalmente conservadores. Y nació en paz, gracias, no a los republicanos, resueltos a la violencia desde el principio, sino a la decisión monárquica de no oponerles resistencia.

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