lunes, 2 de julio de 2018

Tránsfuga.

El tránsfuga cuando abandona traidoramente un partido, jamás lo hace lenta y cautelosamente, no se escurre saliendo sin ser visto de sus filas, sino que se marcha en línea recta, a plena luz del día, sonriendo fríamente, con una naturalidad asombrosa y aplastante, a las filas del hasta ahora contrario, y se apropia de todas sus palabras y argumentos. Lo que sus antiguos compañeros de partido piensen y digan de él, lo que piense la multitud, la opinión pública, le deja enteramente frío. Lo único que sigue siendo importante para él es estar siempre con el vencedor, jamás con el vencido. En la velocidad de ese cambio, en el desmesurado cinismo de su cambio de carácter, mantiene tal medida de descaro que involuntariamente deja estupefacto y fuerza a la admiración. Le bastan veinticuatro horas, a menudo sólo una, a menudo un minuto, para arrojar sin más la bandera de su convicción y envolverse susurrante en otra.

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