miércoles, 18 de junio de 2025

Todos los hombres son semejantes

“Los estoicos (aunque no Cicerón, al que a veces se cuenta entre ellos) sostuvieron, como Aristóteles, que la perfecta amistad es la comunidad de los que son semejantes, no de los disímiles, pero también insistieron, como Aristóteles les había enseñado, en que todos los hombres son similares en tanto que por naturaleza son racionales. De lo cual se desprende que la humanidad en su conjunto era una gran fraternidad vinculada por una racionalidad común, en principio benevolente y desinteresada….El cristianismo tenía también otro modo de considerar a todos los hombres semejantes y es que todos habitaban el reino común del espíritu. Creados por el Supremo Espíritu a su semejanza, los seres humanos pertenecían a la sociedad de Dios. Aristóteles había negado que el hombre pudiera entablar amistad con lo divino ya que en esencia eran demasiado disímiles, demasiado remotos. Pero a través de la mediación de Cristo, que fue a la vez hombre y Dios, el cristianismo vinculó a los dos en una única espiritualidad”, escribe el filósofo Irving Singer.
“Jesús es una especie de alter ego de todo ser humano, una deslumbrante epifanía que revela la imagen de Dios a cuya semejanza fue creada la humanidad. En el degradado estado de naturaleza, el hombre había perdido esta semejanza, pero la venida de Cristo le mostró cómo recuperarla mediante el amor.”
Escribe Singer que “la idea de Cristo introduce….una especie de igualdad sin la cual la filia religiosa sería imposible. El amor se convierte, así, en una confianza idealizada, una amistad benevolente con todos y todo lo que importa en el universo. Lo que puede que compartieran un puñado de griegos, podía ser ahora disfrutado por todo cristiano en compañía de una deidad infinita y eterna. Al magnificar al Señor, el fiel alcanzaba un estado del alma que lo magnificaba a él mismo”.

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