El término neolengua fue acuñado por el escritor británico George Orwell, quien en su novela 1984 lo introdujo para dar cuenta de uno de los instrumentos de que se sirve el poder para modelar la mente de los ciudadanos. Con un sentido de la anticipación que habla bien a las claras del alcance de su genio visionario (la novela se publicó en 1949), Orwell comprendió que en el mundo que se avecinaba cualquier forma de opresión que aspirara a lograr un control absoluto sobre la conciencia de las masas debería hacerlo a través de la manipulación del lenguaje.Un fragmento de la novela ilustra con nitidez esta tesis. Dirigiéndose a Winston, un personaje que trabaja en la elaboración de la neolengua le hace notar: “No aprecias la nueva lengua en lo que vale, Winston. Piensas en vieja lengua hasta cuando escribes. No comprendes la belleza de la destrucción de las palabras. ¿No ves que el objetivo final de la nueva lengua es reducir el alcance del pensamiento? Al final conseguiremos que el crimen del pensamiento sea literalmente imposible, porque no habrá palabras con las que expresarlo. Todos los conceptos necesarios se expresarán exactamente con una palabra cuyo significado estará rígidamente definido y cuyos significados subsidiarios se habrán borrado y olvidado. Cada año habrá menos palabras y el rango de la conciencia será cada vez más pequeño”.
La neolengua consiste, primeramente y ante todo, en la supresión masiva de palabras para, en un estadio subsiguiente, alcanzar una simplificación tal del pensamiento que haga imposible cualquier desviación de la ortodoxia. Este proceso de amputación se adjetiva, además, como “bello”, con lo que ingresamos en el terreno de la barbarie. Pues bárbaro no es sino aquél que se afirma a través de la destrucción.Una vez eliminadas las palabras, el resultado natural es una limitación del pensamiento. A menor cantidad de palabras, menor número de ideas susceptibles de ser puestas en circulación, sencillamente porque no llegan a ver la luz y mucho menos a articularse a través de una secuencia coherente. De ese modo, sin necesidad de coacciones explícitas, surge un individuo incapaz de pensar por sí mismo, sometido a las directrices del poder no sólo en su conducta, sino en su intimidad más sagrada, en su acervo de creencias y valores y hasta en sus sentimientos personales; es decir, en aquello que fundamenta su ser. Es éste un sometimiento que el sujeto interioriza hasta el punto de operar en él de un modo instintivo, como un reflejo condicionado.
La neolengua consiste, primeramente y ante todo, en la supresión masiva de palabras para, en un estadio subsiguiente, alcanzar una simplificación tal del pensamiento que haga imposible cualquier desviación de la ortodoxia. Este proceso de amputación se adjetiva, además, como “bello”, con lo que ingresamos en el terreno de la barbarie. Pues bárbaro no es sino aquél que se afirma a través de la destrucción.Una vez eliminadas las palabras, el resultado natural es una limitación del pensamiento. A menor cantidad de palabras, menor número de ideas susceptibles de ser puestas en circulación, sencillamente porque no llegan a ver la luz y mucho menos a articularse a través de una secuencia coherente. De ese modo, sin necesidad de coacciones explícitas, surge un individuo incapaz de pensar por sí mismo, sometido a las directrices del poder no sólo en su conducta, sino en su intimidad más sagrada, en su acervo de creencias y valores y hasta en sus sentimientos personales; es decir, en aquello que fundamenta su ser. Es éste un sometimiento que el sujeto interioriza hasta el punto de operar en él de un modo instintivo, como un reflejo condicionado.
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