sábado, 22 de febrero de 2025

Juan Pablo II quería ver, quería entender

Cuenta monseñor Stanislao Dziwisz que por la noche, después de la visita a la isla de los esclavos, Juan Pablo II seguía hablando de ello. Estaba horrorizado, sobre todo cuando pensaba en aquellos pobres niños, víctimas de un comercio inmundo. Y lo que más le desasosegaba era que los hombres que habían cometido aquel horrible crimen se llamaban a si mismos cristianos….En Chad , el convoy de coches estaba recorriendo una carretera al borde del desierto de Sahel cuando nos encontramos con un pequeño pueblo, apenas unas cabañas miserables. Juan Pablo II pidió que el convoy se detuviera, entró en una de las cabañas, habló con sus moradores. Quería ver. Quería entender. Y por eso , por lo que había visto y entendido, puso tanto ardor en el discurso en el que reclamó a la comunidad internacional que no se olvidase de su deber para con Africa.
En Brasil llevaron a Juan Pablo II a una favela de una pobreza espantosa. Recuerdo su mirada, dice Stanislao Dziwisz. La dirigía a todas partes, casi desesperado, sin saber que hacer, allí, en ese preciso instante, para aliviar aquel sufrimiento. Y entonces, repentinamente, se quitó el anillo peal y se lo regaló a aquella gente….También en Brasil, en Teresina, se estaba celebrando una misa o una liturgia de la palabra. Había empezado a recitar el Padre Nuestro cuando el Papa vio un cartel en donde estaba escrito “Santo Padre el pueblo tiene hambre”. Y continuó : “El pan nuestro de cada día dáselo hoy a este pueblo que sufre hambre”. Y precisamente durante su primer viaje a Brasil, después de haber comprobado con sus propios ojos la dramática realidad local, el Papa cambió más de la mitad de su discurso que traía preparado desde Roma, que dirigió al episcopado.
En Colombia, en Popayán, celebró un encuentro con los indígenas. Su jefe empezó a leer su salutación integra, no la que alguien le había censurado previamente, y dijo palabras muy fuertes contra los patronos que habían hecho asesinar a los indígenas, mujeres y niños incluidos. Un cura saltó al palco y le quito el micrófono al indígena, pero Juan Pablo II le volvió a dar la palabra. En aquellos instantes pensé, dice Dziwisz, que un gesto de ese tipo valía más que cien discursos.
Referencia: Una vida con Karol de Stanislao Dziwisz

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