domingo, 1 de agosto de 2021

Junto al horror del Holocausto, los regímenes de Hitler y Stalin asesinaron a otros ocho millones de civiles


Es sabido que la Alemania nazi asesinó cerca de seis millones de judíos. Lo que no lo es tanto es que, junto al horror del Holocausto, los regímenes de Hitler y Stalin asesinaron a otros ocho millones de civiles, la mayoría mujeres, niños y ancianos. Se suele identificar el horror del siglo XX con los campos de concentración. Sin embargo, la mayoría de las víctimas del nacionalsocialismo y del estalinismo nunca vieron un campo de concentración ni de exterminio. Del mismo modo, los asesinatos en masa en Europa suelen asociarse con la muerte en cámara de gas. Pero no fue el gas el método más empleado. Más de siete millones de civiles y prisioneros de guerra murieron porque se les negó la comida. El historiador Timothy Snyder  manifiesta la amplitud del horror que supuso el asesinato de catorce millones de ciudadanos europeos en solo doce años, los que van desde 1933 a 1945. En 1941, en Leningrado, una niña rusa de once años terminaba su diario: escribiendo:“Sólo queda Tania”. Adolf Hitler había traicionado a Stalin, los alemanes habían sitiado la ciudad, y la familia de la niña se encontraba entre los cuatro millones de ciudadanos soviéticos a los que los germanos mataron de hambre. El verano siguiente, en Bielorrusia, una niña judía de doce años escribía su última carta a su padre: “Te digo adiós antes de morir. Me da miedo la muerte, porque arrojan vivos a los niños a las zanjas”. La niña era una de los más de cinco millones de judíos que fueron gaseados o pasados por las armas por los alemanes. En la Europa central y del este, a mediados del siglo XX, los regímenes nazi y soviético asesinaron a unos catorce millones de personas.


Catorce millones murieron en el curso de sólo doce años, entre 1933 y 1945, años durante los cuales Hitler y Stalin coincidieron en el poder. Aunque en el tramo central de este periodo sus tierras natales se convirtieron en campos de batalla, todas esas personas fueron víctimas de políticas criminales, no bajas de guerra. Ni uno sólo de los catorce millones de asesinados era soldado en servicio activo. La mayoría eran mujeres, niños y ancianos. Ninguno llevaba armas, y muchos habían sido despojados de sus posesiones, incluidas sus ropas.

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