sábado, 16 de julio de 2022

Los nacionalistas son muy conscientes de que su fuerza está en la propaganda

Iñaki Ezkerra, uno de los fundadores de la asociación el Foro de Ermua, escribe que los nacionalistas y los populistas que se quedan tan anchos anteponiendo el proyecto más rupturista y traumático a las consecuencias que pueda tener en una economía, en la educación, en la convivencia o en las vidas privadas de los ciudadanos, comparecen infaliblemente en los medios de comunicación con una serenidad sospechosa de maestros zen. Los «Mases» y los «Iglesias», los «Urkullus» y los «Puigdemontes», como hace unos pocos años los «Pujoles» y los «Arzalluz», hacen gala en las emisoras y los platós de una calma espiritual y unos modales que les deben de situar interiormente ante el dilema de si son ellos mismos o el duque de Edimburgo; de si se hallan en el casting para un anuncio de Valium o si van a fundar una religión. Saben bien a quién se dirigen, a una sociedad embrutecida por la telebasura que, por esa razón misma, rinde un supersticioso culto a la cortesía de caricatura, a la urbanidad de libro, a la falsa y acartonada educación. Como buenos goebbelsianos, son muy conscientes de que su fuerza está en la propaganda, en los medios de comunicación, y por esa razón tratan a sus entrevistadores con un servil respeto en las formas que se da de tortas con sus descabelladas ideologías del odio y del desprecio. Con esa pátina de moderación epidérmica que esconde una radicalidad irracional, cuando no criminal, dibujan en el mapa nuevas fronteras que debemos aceptar como propuestas cabales, ignorando o queriendo ignorar que la tierra y su reparto han sido, y son, la principal fuente de conflictos en la historia de la humanidad.

Jordi Pujol 

Aquí ya no estamos ante el rechazo del inmigrante, sino ante la acuñación, fabricación e imposición de lo que es un buen vasco o un buen catalán. El mal se hallaba en la doctrina que va de la comparación del español con el mono en Sabino Arana, hasta el RH negativo de Xabier Arzalluz y de la obsesión por preservar la pureza aria sin mezclarse con la inmigración de Enric Prat de la Riba, o las “diferencias entre cráneos catalanes y castellanos” que establecía Daniel Cardona, hasta el “estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual” en los que viviría sumido “el hombre andaluz” según las reflexiones de Jordi Pujol en su libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, publicado en 1976.

No hay comentarios:

Publicar un comentario