domingo, 3 de julio de 2022

Hemos escuchado la voz del Ser


Ni nosotros, ni nuestros descendientes, en el plazo de una sola vida, podremos ir nunca más allá del sistema solar; sólo podrían llegar vivos nietos y bisnietos de parejas que procreasen durante el viaje. Y el sistema solar está angustiosamente vacío. Pero allá donde no puede llegar todo el cuerpo, puede llegar el oído. Desde 1931 los radioastrónomos están en alerta, pero nunca han captado señales de otros seres inteligentes. ¿Llegarán en el futuro? Nadie puede descartarlo, pero es evidente que no sabremos qué hacer con ellas. Esas señales nos llegarían de civilizaciones que las habrían emitido hace unos miles o millones de años y que quizá en el momento de recibirlas nosotros ya habrían desaparecido quién sabe cuándo. Y nuestra respuesta tardaría en llegar un espacio igual de tiempo. Por lo que sabemos hasta ahora, no hay nadie más. Y aunque hubiera, el diálogo sería imposible.


En todos los años de escuchas no hemos captado la voz de ningún otro ser; en cambio hemos escuchado la que parece la voz del Ser. Es el extraordinario descubrimiento de la radioastronomía. El universo suena, las galaxias tienen una voz, que recientemente ha sido descodificada y grabada en una cinta, dando vida a una impresionante sinfonía. Según Job (38, 7), las estrellas cantan en coro; según Isaías (44, 23) los Cielos tienen que cantar; según Zacarías (9, 14) es Dios mismo quien toca; mientras que para el Salmista (148, 3 y ss.) el Sol, la Luna, los lucientes astros, los cielos de los cielos alaban al Señor. Metáforas, se decía, igual que centenares más que se podrían espigar tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (¿qué es aquel sonido de “la Creación entera”, que, según Pablo, más que sonar o cantar, gime?, Rom. 8, 22). Pero metáforas que ahora hallan singular y concreta correspondencia en las grabaciones de los radioastrónomos.

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