lunes, 27 de diciembre de 2021

La voluntad siempre puede elegir

Todos los pensadores cristianos concuerdan que en declarar el libre albedrío es, después del pecado original, lo que era antes de cometerlo. San Bernardo insiste con fuerza sobre la “integridad” del querer en el estado de la naturaleza caída en desgracia, y Santo Tomás llama natural esa libertad que nada puede hacer perder al hombre. Solo puede desaparecer con la voluntad, es decir, con el hombre mismo. Puesto que la voluntad siempre puede elegir, puede elegir bien o mal, sin que la calidad buena o mala de su elección afecte en lo más mínimo la libertad de su acto. 
El hombre es libre porque puede equivocarse sobre la naturaleza de su fin o sobre la de los medios que la preparan. Sin los errores de su razón, siempre sabría lo que hay que hacer; sin los desmayos de su voluntad, escribe Etienne Gilson, jamás rehusaría hacerlo, y tanto esos errores como esos desmayos son índices de su libre albedrío.



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