miércoles, 22 de septiembre de 2021

El dron puede estar desempeñando la función de exonerar al operador de responsabilidad moral.


Cuenta Zygmunt Bauman que “el dron llamado Predator,  ha asumido la función de reunir y procesar información. El equipo electrónico del dron es excelente en el cumplimiento de esta función. Pero ¿qué función? Pues al igual que la función manifiesta del hacha es permitir al verdugo ejecutar a un condenado, la función manifiesta de un dron es permitir al operador localizar el objetivo de una ejecución. Pero el dron que sobresale en esa función e inunda al operador con olas de información que no es capaz de digerir, y mucho menos de procesar rápida y velozmente, en tiempo real, puede estar desempeñando también otra función, latente y no expresa, la de exonerar al operador de la culpabilidad moral que podría afectarle cuando estuviera seleccionando a los condenados para una ejecución; y, otra más importante aún, asegurar con antelación al operador que si se produce un error, no será a causa de su inmoralidad. Si muere gente inocente, se tratará de un error técnico, no de un fallo moral o de un pecado. Y, a juzgar por la regulación vigente, no será en ningún caso un crimen. Como apuntan Shanker y Richtel, los sensores de los drones han dado lugar a una nueva clase de guerreros conectados que deben filtrar un mar de información. Pero algunas veces se ahogan en ese mar de datos. Pero ¿no está incluida en el diseño del dron la capacidad de bombardear con información las facultades mentales del operador? ¿Y no es la principal función del dron suministrar todo ese caudal de información al operador? Cuando en febrero de 2011, veintitrés invitados a una boda afgana fueron asesinados, los operadores que pulsaron la tecla culparon a las pantallas, que se habían vuelto borrosas, del bombardeo, pero los operadores no los enfocaron correctamente en medio del remolino de datos, al igual que un oficinista que pierde un importante e-mail entre una gran cantidad de ellos. Y nadie acusaría a ese oficinista de un fallo moral… Desencadenar un cataclismo,incluido, como insiste Anders, un “globocidio”, es hoy en día más plausible que cuando Anders hizo sus advertencias. Al operador rutinario y aburrido se le ha añadido su colega y su probable sustituto o sucesor. Un tipo con la mirada fija embobada, y con la mente desconcertada ante un torbellino de datos”.

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