sábado, 5 de diciembre de 2020

El proceso de la selección natural trabaja para mantener muy bajo el índice de mutaciones


Daniel C. Dennett, que dirige el Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, donde es catedrático de filosofía, dice que para que la evolución, que no sabe nada, llegue a algo novedoso, las mutaciones, que son “errores” aleatoriamente copiados en el ADN, tienen que avanzar a ciegas. La mayoría de estos errores tipográficos no tienen ninguna importancia, pues nada los lee. Son tan intrascendentes como los borradores que nunca le entregaste al profesor para tu calificación. El ADN de una especie es como una receta para fabricar un nuevo cuerpo, y la mayor parte del ADN en realidad no se consulta durante el proceso de fabricación (a menudo se le llama ADN basura precisamente por esa razón). En las secuencias de ADN que sí se leen y se obedecen durante el desarrollo, la gran mayoría de las mutaciones son dañinas; de hecho, muchas de ellas causan la muerte rápidamente.




Añade Dennett que como la mayoría de las mutaciones “expresadas” son perjudiciales, el proceso de la selección natural en realidad trabaja para mantener muy bajo el índice de mutaciones. Cada uno de los lectores tiene un muy buen mecanismo copiante en sus células. Tú, por ejemplo, tienes aproximadamente un billón de células en el cuerpo, y cada una de ellas tiene una copia perfecta o casi perfecta de tu genoma, que tiene más de tres mil millones de símbolos y es la receta de ti que vio la luz en el momento en que el óvulo y el esperma de tus progenitores unieron fuerzas. Afortunadamente, el mecanismo copiante no consigue triunfos perfectos, pues si así fuera, la evolución tarde o temprano se detendría en seco, cuando se hubieran agotado sus fuentes de novedad. Esas manchitas, esas “imperfecciones” en el proceso, son la fuente de toda la asombrosa complejidad y de las maravillosas creaciones del mundo viviente.

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