La principal condición para que el mercado funcione es que la coacción institucional del Estado (intervencionismo y socialismo) no dificulten el ejercicio de la función empresarial y la libre apropiación de los frutos de su acción creadora; es decir, el respeto a la propiedad privada, en el marco de un Estado de derecho con un Gobierno de poderes limitados.
Las crisis surgen por un problema de erróneo diseño institucional (la existencia de una banca con reserva fraccionaria) que se solucionaría con la privatización del dinero (patrón oro puro), la exigencia de un coeficiente de caja del cien por cien para los depósitos a la vista (como en cualquier otro depósito de bien fungible, trigo o aceite por ejemplo), y la eliminación de los bancos centrales (únicos órganos de planificación socialista en el ámbito monetario que aún quedan en vigor en las economías modernas). No es de extrañar, por tanto, que los teóricos austriacos (Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek) fueran los únicos en predecir el advenimiento de la Gran Depresión de 1929 (cuando el propio Keynes y los monetaristas, encabezados por Fisher, consideraban que se había entrado en una etapa nueva e irreversible de bonanza económica), depresión que surgió como resultado de los desmanes monetarios y financieros cometidos tras la fundación de la Reserva Federal en 1913 y, especialmente, en los felices años veinte del siglo pasado. E igualmente predijeron la recesión inflacionaria que se desencadenó a partir de la mal llamada crisis del petróleo en 1973, y que dio al traste con el análisis teórico keynesiano; así como los reiterados avisos que hemos venido dando durante los últimos quince años de burbuja crediticia y “exuberancia irracional”, que han caracterizado al periodo de la denominada nueva economía, que surge a partir de 1992 y que ha desembocado en la grave crisis financiera y recesión económica que hoy asola al mundo.
Referencia: La esencia de la Escuela Austriaca de Jesús Huerta de Soto.
Las crisis surgen por un problema de erróneo diseño institucional (la existencia de una banca con reserva fraccionaria) que se solucionaría con la privatización del dinero (patrón oro puro), la exigencia de un coeficiente de caja del cien por cien para los depósitos a la vista (como en cualquier otro depósito de bien fungible, trigo o aceite por ejemplo), y la eliminación de los bancos centrales (únicos órganos de planificación socialista en el ámbito monetario que aún quedan en vigor en las economías modernas). No es de extrañar, por tanto, que los teóricos austriacos (Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek) fueran los únicos en predecir el advenimiento de la Gran Depresión de 1929 (cuando el propio Keynes y los monetaristas, encabezados por Fisher, consideraban que se había entrado en una etapa nueva e irreversible de bonanza económica), depresión que surgió como resultado de los desmanes monetarios y financieros cometidos tras la fundación de la Reserva Federal en 1913 y, especialmente, en los felices años veinte del siglo pasado. E igualmente predijeron la recesión inflacionaria que se desencadenó a partir de la mal llamada crisis del petróleo en 1973, y que dio al traste con el análisis teórico keynesiano; así como los reiterados avisos que hemos venido dando durante los últimos quince años de burbuja crediticia y “exuberancia irracional”, que han caracterizado al periodo de la denominada nueva economía, que surge a partir de 1992 y que ha desembocado en la grave crisis financiera y recesión económica que hoy asola al mundo.
Referencia: La esencia de la Escuela Austriaca de Jesús Huerta de Soto.
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