martes, 6 de febrero de 2024

Las guerras carlistas eran dos formas de entender España

Abrazo de Vergara

En 1839 tuvo lugar el llamado abrazo de Vergara que ponía las bases para el final de la primera guerra carlista, que se prolongaría hasta el año siguiente en las tierras del Maestrazgo. El final de la guerra no significó la paz porque la profunda brecha ideológica que separaba a los contendientes quedaba pendiente, a pesar de que el acuerdo cerrado por Espartero y Maroto ofrecía condiciones generosas para los carlistas. Eran dos formas de entender España que llenarán la España de los siglos XIX y XX de muertes, exilios y desencuentros, cuyas consecuencias han llegado hasta nuestros días. En el fondo no latía un problema dinástico, sino un conflicto ideológico y, si se apura, un enfrentamiento social. En primera guerra carlista (habrá otras dos más a lo largo del siglo XIX, lo que pone de manifiesto la pervivencia de los planteamientos ideológicos en que se sustentaba el carlismo) fue, como todas las guerras civiles, una guerra particularmente cruel, donde afloraron odios y atavismos ancestrales, se luchó sin cuartel y se cometieron toda clase de atrocidades. El general Ramón Cabrera, uno de los principales jefes del carlismo, acabará siendo conocido como el Tigre del Maestrazgo por su crueldad con los prisioneros isabelinos, que eran pasados por las armas sin la menor contemplación.
General Cabrera

El carlismo surgió en las zonas rurales, muy cerradas y poco proclives a los cambios, tierras donde la influencia del clero local era muy alta y las gentes mostraban su apoyo, sin muchas fisuras, a los planteamientos ideológicos del pretendiente carlista que habían quedado sintetizados en la expresión: «Dios, Patria y Rey». Eran áreas donde se consideraba el liberalismo y la constitución que le daba sustento ideológico una obra casi demoniaca. Por el contrario, las zonas de la costa, más abiertas al cambio y sobre todo la ciudad de Barcelona, donde una burguesía pujante trataba de no perder los aires de transformación y de cambio que soplaban en Europa, se mostraba partidaria de que Isabel II.
La llamada desamortización de Mendizábal puso en manos del Estado las grandes propiedades agrícolas pertenecientes a la Iglesia y tenía, entre otros objetivos, obtener dinero para armar convenientemente a un ejército que decantase definitivamente la lucha a favor de los liberales. La desamortización propició también que la Iglesia se arriesgase en defensa de las posiciones del carlismo, enconando la resistencia en muchos lugares, espoleada por un clero que consideraba la desamortización de los bienes eclesiásticos como un expolio.
En agosto de 1838, el gobierno de María Cristina logró cerrar un acuerdo con Francia en virtud del cual actuaría con energía para evitar la entrada por la frontera francesa de suministros a los carlistas. Gran Bretaña, se decidía a vender material de guerra al gobierno, aunque Londres no deseaba inmiscuirse en una guerra que causaba espanto por sus horrores. La razón por la que mostraba voluntad de colaboración estaba dictada por cuestiones puramente económicas. La posibilidad de colocar capitales en un país con importantes recursos mineros y conseguir que abriese sus fronteras a los productos manufacturados que salían de sus talleres.
Referencia:Momentos estelares de la historia de España de José Calvo Poyato


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