jueves, 22 de febrero de 2024

Identificar a Hitler con el mal puede muy bien ser veraz, pero no explica nada

A pesar de la brutalidad de la era nazi, es preciso subrayar que la historia moral produce casi siempre una mala historia o, al menos, una historia incompleta. La maldad es un concepto filosófico, más que histórico. Identificar a Hitler con el mal puede muy bien ser veraz y al mismo tiempo moralmente satisfactorio, pero no explica nada, escribe I. Kershaw. En el estudio del nazismo debemos tener muy presente el consejo del historiador Martin Broszat cuando advertía de que no debemos estudiar siempre la historia “hacia atrás”. Hitler no llevaba escrito en la frente que iba a asesinar a millones de personas y que llevaría a Alemania a una catastrófica derrota militar y a un trauma moral sin precedentes. Es necesario retrotraerse al momento en que todo sucedió y estudiar así la historia“hacia delante”.Paradójicamente, a pesar de la enorme producción bibliográfica que ha producido el nazismo y la Segunda Guerra Mundial, en realidad las fuentes primarias sobre el período son muy fragmentarias. Una gran parte de las mismas se perdieron en los bombardeos masivos de las ciudades alemanas durante el conflicto y otra parte fue deliberadamente destruida por los nazis ante el avance de las tropas aliadas.

Escribe el historiador italiano Alvaro Lozano Cutanda que el Tercer Reich fue la consecuencia de lo que sucedió cuando sectores de las élites alemanas y las masas de gente corriente decidieron renunciar en Alemania a sus facultades críticas individuales a favor de una política basada en la fe, la esperanza, el odio y una autoestima sentimental colectiva de su raza y nación. Fue, sin duda, el colapso moral y progresivo de una sociedad industrial avanzada, muchos de cuyos ciudadanos cesaron de pensar por sí mismos a favor de lo que George Orwell describió como el ritmo de tam-tam de un tribalismo de nuestro tiempo. Es la historia de cómo un pueblo civilizado y culto arremetió contra la caridad, la razón y el escepticismo depositando su fe absoluta en Hitler. El nombre de Hitler representa siempre justificadamente el del instigador del hundimiento más profundo de la civilización en los tiempos modernos. Sin embargo, el mito de una nación raptada de gente corriente llevada por el mal camino por un demagogo que secuestró unas instituciones políticas razonables no resulta verosímil. La historia del nazismo es, además, un terrible recordatorio de que las amenazas a la democracia no provienen tanto de la inestabilidad política como de aquellos que la manipulan.

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