martes, 14 de noviembre de 2023

Restauración de terciopelo



Aleksander Kwaśniewski


Escribe el historiador Ian Kershaw que para quienes habían detestado el comunismo, y a menudo lo habían sufrido, con frecuencia era mortificante comprobar que muchos de los que habían trabajado para los regímenes comunistas conseguían regresar a la política como demócratas de distintos colores. En la primera fase de la transición, solo en Alemania las acciones de los antiguos funcionarios comunistas, sobre todo de los miembros de los servicios secretos, fueron sistemáticamente evaluadas, pero para entonces la antigua Alemania Oriental se había incorporado a una democracia liberal bien consolidada. El rápido desmantelamiento del marco institucional del antiguo régimen comunista y la adquisición de la mayor parte de los archivos de la seguridad del Estado, que revelaron el alcance del estado de la Stasi, hicieron posible una evaluación completa. En otros países, el panorama fue menos alentador. Las investigaciones en Hungría y Checoslovaquia se limitaron a las responsabilidades por las invasiones soviéticas de 1956 y 1968 y, en Polonia, a la imposición de la ley marcial en 1981. Por lo demás, solo en Checoslovaquia, donde los recuerdos de 1968 y sus secuelas todavía eran vívidos, se aplicó en 1991 lo que se llamó una depuración para excluir a todos los antiguos funcionarios comunistas de los altos cargos públicos. Polonia no aprobaría su propia ley de depuración hasta seis años más tarde, en 1997. La desilusión política y las penurias económicas conllevaron una creciente disposición a recurrir a antiguos políticos comunistas, que en muchos casos podían proseguir su carrera política, a menudo afiliándose a los partidos poscomunistas que reemplazaban a los anteriores. Como miembros de los nuevos partidos socialdemócratas, que ahora actuaban dentro del marco del pluralismo democrático, en 1993 regresaron al gobierno en Polonia, Hungría, Lituania y Bulgaria. Adam Michnik llamó al proceso en Polonia la restauración de terciopelo. En Rumanía, la figura dominante durante los años noventa fue Ion Iliescu, que había sido un destacado comunista, aunque se había distanciado de las peores atrocidades del régimen de Ceauşescu. Muchos otros excomunistas hallaron un hogar político en el partido que lideraba, el Partido Socialdemócrata de Rumanía, así como en el Partido Socialista del Trabajo. En Polonia, el gran héroe de la oposición de Solidaridad al comunismo, Lech Wałęsa, fue derrotado sorprendentemente, a los ojos del resto del mundo, en las elecciones presidenciales de 1995 por el exministro comunista Aleksander Kwaśniewski.



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