sábado, 15 de julio de 2023

Felipe II optó por lo posible, en vez de por lo grandioso

Una flota turca de más de trescientas galeras estaba arrasando las aldeas del litoral del Mediterráneo oriental.La flota cristiana era abastecida y sufragada por el papado, Venecia y España. Aunque Felipe II era el mayor contribuyente, la llamada ayuda española fue en gran parte italiana. Cuatro quintas partes de las galeras suministradas por España fueron construidas y pagadas por los estados italianos de la monarquía. Los turcos se encontraban en el golfo de Lepanto, en el litoral griego. Estas dos inmensas formaciones se enfrentaron durante la mañana del 7 de octubre en dicho golfo. Los cálculos de los buques y hombres que componían cada bando varían en mucho. Es probable que los turcos contaran con unas 230 embarcaciones y más de 50.000 hombres; los cristianos, con unos 200 buques, aunque no todos ellos participaron en la batalla, y aproximadamente 40.000 hombres. Al terminar el día, las embarcaciones de don Juan habían obtenido una victoria decisiva. El vicealmirante turco, Uluj Ali, salió huyendo con unas treinta galeras. El resto fue capturado y destruido. Los turcos sufrieron 30.000 bajas, y 3.000 hombres fueron hechos prisioneros. Las pérdidas de los cristianos eran pequeñas en comparación, diez galeras y aproximadamente 8.000 hombres. Durante la tarde del 29 de octubre de 1571, un mensajero de Venecia llevó al rey y al embajador veneciano, que estaban en Madrid, noticias fiables de la victoria de Lepanto. “La alegría del rey cuando recibió estas noticias fue extraordinaria”, decía el embajador.

Durante los días siguientes, toda la ciudad de Madrid estalló en un alboroto de celebraciones. Se organizó un solemne desfile, y el rey insistió en que el embajador veneciano estuviese a su lado. El hecho de que Felipe ya se hubiera enterado de las buenas nuevas acerca de la batalla en Madrid desmiente el relato comúnmente repetido de que tuvo conocimiento de ello por primera vez mientras estaba en el Escorial. Lepanto fue un triunfo de la cristiandad. Pero, como reconocen los historiadores, nunca se trató simplemente de una victoria española. Sin los abundantes recursos italianos, España hubiese carecido de la capacidad de actuar. Felipe era perfectamente consciente de ello. Esto justifica el hecho de que se negara a participar en los ensueños de hombres menos realistas que él, como el mismo don Juan o el papa Pío V, que acariciaban la idea de una posible liberación de Tierra Santa e incluso de Estambul. La leyenda de Lepanto, no obstante, sigue estando viva. Felipe, evidentemente, compartía el entusiasmo generado por la victoria, pero “optó por lo posible, en vez de por lo grandioso”.

Referencia: El enigma del Escorial de Henry Kamen


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