miércoles, 10 de julio de 2024

La prostitución es violencia. Ellas no están ahí porque quieren, esta es una cantinela falsa

La regularización de la prostitución, lo que para María José Barahona, pionera en España a la hora de hablar de la influencia de los clientes y proxenetas en el aumento de este fenómeno en nuestro país, supone “una falta de compromiso no solo con las mujeres, sino con los derechos humanos, porque toda persona tiene su dignidad y la de ellas no se respeta”. El problema surge “cuando no se estudia este fenómeno a fondo”. Esta propuesta de solución es “la que más daño hace a las mujeres, porque las restringe a zonas concretas y las somete a registros y permisos. Eso conlleva una sanción tras otra, como se ha comprobado en países en los que esta actividad está regularizada”. En esos entornos, las prostitutas “son revictimizadas constantemente”. Además, “¿cómo es posible que pensemos en legalizar la actividad criminal de un proxeneta?”, se pregunta.
Barahona tiene claro que la prostitución “es violencia y en ningún caso empoderamiento de la mujer. Que haya organizaciones de hombres que te maltratan física y psicológicamente no es dar poder a la mujer. Ellas no están ahí porque quieren, esta es una cantinela falsa”. En su experiencia de trato directo con ellas, se trata de mujeres “condenadas” a esta vida, pues no tienen elección al estar maltratadas “social, económica y familiarmente”. Por eso, “o se prostituyen o mueren; o las matan o atentan contra su familia”.
“Básicamente, quienes quieren regularizar la prostitución son las mujeres inmigrantes y los transexuales. Las primeras, para poder arreglar legalmente su situación en España. Y los segundos porque tienen una carga de estigma tan grande detrás que muchas veces no tienen otra alternativa para subsistir”, explica Barahona.
Barahona explica que la mayoría no está de acuerdo con lo que hace, “pero tiene detrás una organización criminal”. Con el tiempo, “van disociando lo que hacen y lo que sienten en un fenómeno psicológico perverso y dañino”. En ese momento comienzan a justificarse diciendo que son libres y así dan de comer a su familia. Cuando cae este mecanismo de defensa, “comienza el rechazo a la vida que las obligan a llevar y se plantean salir de ella”. Es ahí donde la sociedad debe estar, “por simple respeto a los derechos humanos”. 

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