viernes, 26 de julio de 2024

Con la familiaridad, otras personas se convierten en parte de nosotros mismos

La capacidad de las personas para ponerse en el lugar de otro depende de si la persona es un extraño o alguien conocido. El cerebro humano separa a la gente conocida de los demás, de modo que la gente del entorno social se entrelaza con el sentido de uno mismo a un nivel neurológico. En este sentido, James Coan, profesor de la Universidad de Virginia, afirma que “con la familiaridad, otras personas se convierten en parte de nosotros mismos”. Los seres humanos han evolucionado para tener una identidad propia en la que los seres queridos forman parte del propio entramado neural. Por eso necesitamos tener amigos y aliados.
Las regiones del cerebro responsables de la respuesta a la amenaza entran en actividad cuando un amigo corre peligro de forma básicamente idéntica a la actividad que se muestra cuando la amenaza es propia. Sin embargo, cuando la amenaza se refiere a un extraño estas áreas del cerebro apenas muestran actividad. Según Coan, el cerebro tiene una gran capacidad para integrar a los demás, de tal modo que las personas cercanas se convierten en una parte de uno mismo. Esto provoca que realmente una persona se sienta bajo amenaza cuando un amigo o una persona amada está en peligro. En palabras del propio Coan, “si un amigo está en peligro, se hace lo mismo que si nosotros mismos estuviéramos bajo amenaza. Podemos entender el dolor o la dificultad que pueden estar pasando del mismo modo que podemos entender nuestro propio dolor.”
Teniendo en cuenta lo anterior resulta inevitable hacer las siguientes pregunta: ¿Por qué, entonces, algunas veces hacemos daño a las personas que queremos? ¿Por qué se producen arrebatos de ira? La contestación estaría según este estudio en que  cuando las personas no se aman a sí mismas, proyectan esta aversión hacia los demás. En particular, si este desprecio por sí mismos se debe a un comportamiento abusivo que han experimentado en el pasado, se involucrarán en comportamientos hirientes hacia las personas que aman.Cuando las personas se valoran poco a sí mismas, que es esencialmente lo que es la baja autoestima, es posible que no se den cuenta de lo hirientes que son sus acciones para otras personas. Algunas personas disfrutan lastimar a otras personas. Esto puede deberse a una infancia profundamente perturbada y potencialmente abusiva. El hecho de no ser empático con los seres queridos refleja la falta de amor propio. Comprender que ese odio hacia uno mismo es neurobiológico y que por eso hacemos daño a los seres queridos debe servir para darse cuenta y no continuar con ese ciclo de ira hacia el otro.

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