viernes, 11 de junio de 2021

Excluidos


La crisis social se refiere no tanto al desempleo como a lo que los franceses denominan los excluidos. Este término describe a personas que, tras salir de la fuerza de trabajo a tiempo completo, o no haber entrado nunca en ella, en cierto sentido sólo son miembros de la comunidad nacional en parte. No es su pobreza material, sino la forma en que existen fuera de los canales convencionales de empleo o seguridad, y con pocas perspectivas de volver a entrar en ellos o de beneficiarse de los vínculos sociales que les acompañan, lo que les distingue de incluso los segmentos más pobres de la mano de obra no especializada de la economía industrial. Esas personas, se trate de madres solteras, trabajadores a tiempo parcial o con contratos temporales, emigrantes, adolescentes sin cualificación o trabajadores manuales que se han visto obligados a retirarse prematuramente, no pueden vivir decentemente, participar en la cultura de su comunidad nacional o local y ofrecer a sus hijos perspectivas mejores que las suyas. Sus condiciones de vida y de trabajo les impiden interesarse por nada más allá de la mera supervivencia y son, o deberían ser, un reproche permanente a la afluencia de sus conciudadanos “incluidos”, escribe Tony Judt. 


Actualmente aumenta la cantidad de precarios, de excluidos y de pobres, porque el trabajo está desapareciendo en los lugares, las ocupaciones y los niveles de especialización en los que actualmente está concentrada, y permanecerá la siguiente generación, la mayor parte de la población vulnerable de Europa. En términos de políticas esto no es sólo o principalmente un enigma económico. Los países ricos casi siempre pueden encontrar los recursos para financiar prestaciones sociales si quieren hacerlo, pero la decisión sobre cómo hacerlo es política en primer lugar.

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