martes, 15 de junio de 2021

El islam excluye a Dios del dominio de la lógica paternal


En contraste con el judaísmo y el cristianismo el islam excluye a Dios del dominio de la lógica paternal. Alá no es un padre, ni siquiera un padre simbólico; Dios es uno, y ni nace ni da nacimiento a las criaturas. No hay lugar para una Sagrada Familia en el islam. Esta es la razón de que el islam enfatice tanto el hecho de que el propio Mahoma fuera huérfano; esta es la razón de que, en el islam, Dios intervenga precisamente en los momentos de suspensión, retirada, fracaso, apagón, de la función paternal (cuando la madre o el hijo son abandonados o ignorados por el padre biológico). Lo que esto significa es que Dios permanece totalmente en el dominio de lo imposible-Real: él es el padre exterior imposible-Real, de manera que existe un “desierto genealógico entre el hombre y Dios”. Este era el problema de Freud con el islam, dado que toda su teoría de la religión se basaba en el paralelismo de Dios con el padre. Aún más importante, esto inscribe la política en el centro mismo del islam, puesto que el desierto genealógico hace imposible fundamentar una comunidad en las estructuras de parentesco u otros lazos de sangre. “El desierto existente entre Dios y Padre es el lugar donde se instituye lo político”. Con el islam, ya no es posible fundamentar una comunidad, al modo de Tótem y tabú, por medio del asesinato del padre y la culpa subsiguiente que mantiene unidos a los hermanos; de ahí la inesperada realidad del islam. Este problema está en el mismo corazón de la famosa y denostada “comunidad de creyentes” musulmana; permite entender la superposición de lo religioso y lo político (la comunidad debía basarse directamente en la palabra de Dios), así como el hecho de que el islam está en su plenitud al fundamentar la formación de una comunidad surgida de ninguna parte, en el desierto genealógico, como fraternidad igualitaria revolucionaria; no es de extrañar que el islam triunfe cuando los jóvenes se encuentran privados de la red de seguridad de la familia tradicional. Y, tal vez, sea este carácter “orfanático” del islam el que justifique la ausencia de una institucionalización inherente. La marca distintiva del islam es que es una religión que no se institucionaliza, que no se dota, como el cristianismo, de una Iglesia. La Iglesia islámica es, en realidad, el Estado Islámico; es el Estado el que inventó la llamada “autoridad religiosa suprema” y es el jefe del Estado quien nombra al hombre que ha de ocupar ese cargo; es el Estado el que construye las grandes mezquitas, el que supervisa la educación religiosa, es también el Estado el que crea las universidades, ejerce la censura en todos los campos de la cultura y se considera a sí mismo el guardián de la moral, escribe el filósofo y sociólogo Slavoj Žižek.

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